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Condenada por soñar, el caso de Lucrecia de León.

Una de las frases que más hemos escuchado en relación con los sueños es “ten cuidado o se convertirá en verdad”, otras veces se comenta que si quieres que un sueño se cumpla este no debe ser revelado. Incluso nos quedamos abrazados a la cama como queriendo volver a ese sueño si fue demasiado bueno, otras nos quedamos trastocados intentando entenderlos mientas nos servimos nuestra taza de café por las mañanas. Todos estos actos relacionados con los sueños que nos ha pasado a muchos, es porque durante algún tiempo el sueño tuvo un carácter revelador, casi profético.

El 10 de marzo de 1588 una joven madrileña tuvo un sueño y pronunció lo siguiente: << no le aprovecharan las campanas del Escorial, que no han sido obras agradables a Dios, por haberse hecho a costa de los pobres>>.  Lucrecia de León, fue detenida por la inquisición por tener este sueño y sobre todo porque en ese sueño se enfrentaba con el rey, Felipe II donde anunciaba su muerte y con él la dinastía de los Habsburgo. Pero eso no era todo, también anunciaba la derrota de La Armada Invencible.

INQUISICIÓN,114,Exp.10
Proceso de fe de Lucrecia de León y Alonso de Mendoza 
Archivo: Archivo Histórico Nacional
Fechas: 1591 / 1592

Hay muchas cosas que no sabemos de Lucrecia, pero entre ellas es que era una mujer hermosa e inteligente a pesar de ser analfabeta o semi analfabeta. Que, a pesar de ser laica y mujer, puso su cuerpo contra el reinado ya sea obligada o con pleno conocimiento. Que se coló por los entresijos de la corte y a pesar de condenarla, sigue siendo parte de la historia y por lo tanto recordada.

Los Sueños de Lucrecia

Para la época, el mundo onírico causaba debates entre filósofos, teólogos e incluso médicos. El carácter profético de los sueños que provenía desde lo pagano consiguió entrar en los límites del catolicismo. En un Siglo del Oro en el que crecía la cantidad de oradores y predicadores, la iglesia tuvo que tomar cartas en el asunto. Así que tuvo que categorizar y crear un sistema de reconocimiento de los verdaderos dotes de visión.

Los sueños los categorizaron de tres formas: el sueño biológico como una categoría humana, el sueño teologal o divino como instrumento de revelación divina y el sueño como lugar propicio para lo demoniaco.

Para que un sueño se categorizase como una visión debía también cumplir con una serie de características y es que tenían que tener visiones relacionadas con pasajes de la Biblia. Lo que intentaron cotejar los copistas de Lucrecia con sus sueños.

La oniromancia en la España renacentista despertó interés tanto por los médicos como por quienes la perseguían, así que empezaron a circular distintas copias de libros relacionados con este arte. Por ello y por su relación con sus confesores, es posible que tuviese acceso a ilimitados libros relacionados con la oniromancia y las visiones religiosas.

La decisión de controlar este auge onírico por la iglesia fue relacionarla con lo demoniaco, gracias a las escrituras de lo demoniaco en la cotidianidad de Santo Tomás de Aquino.  Pronto se asoció el sueño con los vuelos al aquelarre y con esto la sentencia de bruja.

Como he comentado, Lucrecia debía tener mucha información sobre historia, política y religión. Además de los muchos libros que fueron leídos por sus secretarios, desde el libro de las horas, otras profecías o memorias.

Entre ellos uno de los que más comenta en la revelación de sus sueños es el libro de Esdras que con el que tiene enormes paralelismos. Pero también se conocía que uno de sus confesores Alonso de Mendoza, tenía en sus manos una copia del libro de Artemidoro de Oneirocritica.

El discurso de Lucrecia (al menos el escrito) estaba perfectamente trazado, por lo que empezó a añadir pequeñas pistas para no ser catalogada como bruja por tener esas visiones en sus sueños. Su gran inteligencia y arte de la oración hacía que fuera fácil que todos los hechos que hacía escribir a los religiosos no les causase ningún tipo de escándalo. También la labor de sus copistas fue precisamente cotejar sus sueños con pasajes bíblicos.

En las visiones o sueños de Lucrecia, ella decía que le hablaban tres personas o guías oníricos; uno de ellos era San Juan Evangelista (al que llamaba el Hombre Ordinario); San Lucas (el del león); San Pedro (el pescador), quienes constantemente le reprochaban el no ser una mujer leída, aunque sabemos que esto no era así sino una forma de quitarse “culpa” por sus revelaciones. Pero que estos personajes fueren los que le otorgasen la visión junto con el profeta Jeremías, su palabra al menos era escuchada.

Se cree que se llegaron a transcribir unos 500 sueños de Lucrecia.

Lucrecia y su relación con la corte.

Muchos de sus sueños circularon por la corte y la nobleza de la época, dando que hablar en numerosas correspondencias hasta se pensó en un proyecto de pintar los sueños de Lucrecia. De hecho, sus sueños llegaron a mano de Fray Luis de León.

En la época Madrid estaba lleno de predicadores, hablaban antes o después de las misas en las puertas de las iglesias y esto, aunque no quitase feligreses, supuso un descontrol que tenían que paliar. Sin embargo, la propia iglesia sí que realizaba una selección de las visiones válidas o las que no eran tan acertadas. Lucrecia llego a formar parte de un círculo de profetas como Juan de Dios o Miguel de Piedrola Beamonte un profeta que se escondía entre los círculos cortesanos europeos.

Lucrecia también tuvo otros accesos a la corte. Sus padres formaban ya parte de la alta sociedad y Lucrecia ya había trabajado como cortesana al servicio de Ana de Mendoza, cuidadora del infante real, que sería Felipe III. Este trabajo además se lo había conseguido la duquesa de Feria.

Lucrecia se comprometió con Diego Vitores de Texeda uno de los copistas de sus sueños y con quien compartió cárcel en Toledo. En las declaraciones del Proceso, Diego habla de Lucrecia como de una mujer con una capacidad de seducción voraz, conocimientos sobre el placer femenino y que sabía trucos para simular apariciones. Es posible que estas acusaciones como mujer seductora o femme fatal las usase Diego para escapar de la inquisición, pero sus palabras también nos dan datos de Lucrecia.

Otros hombres quisieron casarse con ella, también su copista, astrólogo y escribano, Guillén de Casaos a quien rechazó.

Finalmente, hasta donde sabemos Lucrecia tendría una hija con Diego Vitores mientras estuvo encarcelada.

El entramado político de Lucrecia.

Las profecías de Lucrecia eran profecías apocalípticas, daban esperanza a la purificación social, lo que Richard Kagan llama “profecías protesta”. Esto también podía relacionar a Lucrecia con el mesianismo y el milenarismo.

Lucrecia era consciente hasta cierto punto de que sus copistas religiosos ponían nombre y luego escribían sus propias interpretaciones en palabras de Lucrecia que ella no había dicho. Por ejemplo, ponían nombre a los seres que veía en los sueños y que ella no sabía quiénes eran.

Se cree que Lucrecia pudo haber sido manipulada en una trama mucho mayor de la iglesia y la corte por interés de quitar la monarquía de España. Pero Lucrecia sí sabía leer algunas de sus propios sueños y los firmaba. Que Lucrecia fuese una mujer laica y no religiosa, que además merodeaba entre otros profetas por las calles de Madrid pudo haber sido la mejor estratagema para que quedase olvidada en la historia como otras tantas. La mística femenina solo fue considerada entre los muros del convento.

Está claro que Lucrecia no se consiguió salvar del tribunal de la Inquisición, ni ella ni todos los que participaron en el “complot” de sus sueños. El eco de Lucrecia llegó a lugares que no conocemos, pero lo suficientemente férreos como para que tuviese una serie de seguidores dispuestos a entablar una guerra por un mundo mejor. Esta trama que ya era conocida por Felipe II, le despertó tanto interés que veía ya el entramado de su corte, hasta que fue él quien pidió el arresto de Lucrecia.

Sus confesores, teólogos y copistas consiguieron crear de los sueños de Lucrecia un anhelo político en el que hablaban incluso de República. Crearon con ayuda de nobles la congregación de La Sagrada Cruz de la Restauración llevando una cruz como insignia de aquellos que pertenecían a este grupo. De aquí salió un ejercito en el que se calcula que podía llegar a setecientos hombres. Tras el arresto de Lucrecia, se siguieron escribiendo sus sueños ya que eran considerados como <<ordenanzas del cielo>>. Uno de los lugares donde se seguían leyendo era una cueva que habilitaron como refugio a este ejército, llamada La Sopeña. En esta cueva también se realizaban misas y quedaban a la espera de atacar a sus enemigos. Lo llamaban <<la casa de Dios>>. Uno de los hombres quizás más destacados que perteneció a esta congregación fue Juan de Herrera, el arquitecto del Monasterio del Escorial.

Esculapio de la congregación de La Sagrada Cruz de la Restauración

Conclusión

Fue condenada por el tribunal de la Inquisición como blasfema, sacrílega, hechicera, hereje, por sedición, pacto con el demonio, falsa profetas, que pronosticaba la destrucción de España, la muerte de Felipe II y la extinción de los Habsburgo.

Lucrecia pasó cinco años encarcelada en Toledo donde fue torturada en ocasiones, después pasaría otros tantos años en el hospital San Juan Bautista de Toledo, pero como mujer exconvicta no se supo mucho más de qué pasó con ella después del juicio. Es posible que también fuese abandonada por su familia ya que una acusación así suponía la deshonra de todas las personas que se relacionasen con ella.

Del resto de sus copistas, ejército y congregación religiosa tampoco quedan hallazgos.

No se sabe si Lucrecia conocía este complot con anterioridad o como dicen fue manipulada, pero este relato nos recuerda bastante al de Juana de Arco, quizás no contra los ingleses, pero sí contra la opresión de un reinado y un régimen jerárquico.

De hecho, en una de las cartas de Diego Vitores a Lucrecia, la llama <<mi doña Juana>>.

Documentos de la Sección de Inquisición del Archivo Histórico Nacional

Gracias a historiadoras como Maria V. Jordán Arroyo podemos tener más información de la que sería nuestra Juana sin santificar, Lucrecia de León.


Imagén portada del articulo «Una Bruja» – Salvator Rosa (1646)