Tomar la vía del desarrollo interior es complicado, como suelen serlo las ascensiones. Se aprende más de los errores que de las explicaciones, cada paso despliega sus propias dudas, y las respuestas de hoy, con frecuencia, pasado el tiempo hay que descartarlas.
Las certezas son pocas, y se llega a ellas por experiencia personal. Experiencia que podemos compartir, pero no transferir. Y mucho menos convertir en canon, ya que desdeñaría el proceso que nos transforma.
Si esto se presenta de tal manera, ¿qué honda necesidad impele a adentrarse y permanecer en el proceso? Podríamos dar por supuesto que nuestras motivaciones serán sabias o bondadosas, pero dejar en manos de la conjetura una parte tan nuclear del asunto puede desbaratar todo el esfuerzo.
Algunas de las corrientes psicológicas actuales dan una importancia fundamental a este punto. La psicología positiva (Martin Seligman) y la humanista (Maslow, Frankl, y otros), apuntan a que dar a la vida un sentido o propósito que vaya más allá de las necesidades básicas y que trascienda a uno mismo es clave para la consecución de la felicidad[1]. La psicología Transpersonal directamente integra conceptos de filosofías orientales para explicar la necesidad de hallar un sentido de la vida transcendente si queremos un desarrollo personal integral. Nos apresuramos a intentar atajar la idea de que ninguna de estas corrientes pretenda que la senda que abre este sentido sea tan estrecha que haya de pasar obligatoriamente por la religión o por dios.
«Kratu» y «Sankalpa».
Decíamos que en algún caso la psicología ha tomado conceptos de oriente, en particular de la India, en donde ha sido relevante el enfoque psicológico de las escuelas de pensamiento, desde tiempos antiguos. Ya en el Chandogya, el primero de todos los Upanishad[2] encontramos: «Tú eres tu deseo más profundo. Tal como es tu deseo, así es tu voluntad. Tal como es tu voluntad, así es tu acción. Tal como es tu acción, así es tu destino.«
Este texto, hermoso y rebosante de poesía, compilado hacia el siglo VII a.C., marca el momento de surgimiento del vedanta, y señala que el ser humano está hecho de su intención profunda («kratumayaḥ puruṣaḥ»), de manera que en la medida en que meditemos sobre ella y la asumamos determinaremos nuestro futuro. Por este motivo advierte, «uno debe formar su kratu con cuidado» («saḥ kratum kurvīta»).
Y del primer Upanishad saltamos a uno de los últimos, el Varaha Upanishad, recogido como tal entre el siglo XIII y el XVI de nuestra era, que pertenece al grupo centrado en la práctica del yoga. El Tantra ya lleva un tiempo impregnando las diferentes escuelas, lo que hace posible que encontremos el término «Sankalpa», donde el motor más primigenio aúna el mundo sensible y el mundo inteligible: «el universo entero evoluciona por Sankalpa, uno se convierte en lo que piensa, la metafísica afecta la física, y es la ideación lo que ayuda a retener las apariencias del mundo.»
Yoga Nidra.
El yoga Nidra es reconocido especialmente por ahondar en la configuración personal del Sankalpa.
Esta técnica de relajación profunda y meditación guiada fue desarrollada en los años 60 por Swami Satyananda Saraswati (1923-2009), si bien publica “Yoga Nidra” en 1976, obra en la que expone el método y sus pasos.
Este yoga “moderno”, sin embargo, hunde sus raíces en una larga tradición que incluye Vedanta, Samkya-Yoga[3], Tantra[4] y Hatha-Yoga, y un linaje de maestros como Sánkara, Vivekananda, y Sivananda.
Sánkara (s. VIII – IX), es considerado el mayor representante del Advaita Vedanta. Tras la invasión musulmana reunificó los restos de las diferentes escuelas para hacer revivir a un hinduismo que estuvo cercano a ser reemplazado por el budismo, en gran parte asimilando sus enseñanzas e integrándolo. Él era shivaita, y según el mito, fundó la orden dashmani a la que pertenecía Swami Sivananda, maestro de Satyananda.
Sivananda abrió su formación en yoga a occidentales como Mircea Eliade, aunque él mismo nunca salió de la India. La tarea de viajar fuera para extender esta disciplina se la encomendó a su alumno Satyananda en 1956, después de que cumpliera los tradicionales doce años de aprendizaje. Sivananda, entendiendo bien lo complejo del encargo, puntualizó que debía enseñar yoga y no vedanta, debía priorizar la práctica correcta sobre la doctrina correcta. En cualquier caso, parece que ninguno de los dos se planteó la enseñanza de una religión, sino de un saber ancestral.
Satyananda no solo desarrolla el yoga Nidra, funda la Bihar Shool of Yoga que se ramificará en diferentes estilos, si bien el fundamento de todos ellos es tántrico, ya que, según él explica, los diferentes tipos de éxtasis y liberaciones místicas de las diversas escuelas tiene como fundamento común la energía psicofísica, representada en el despertar de la kundalini.
Durante una sesión de yoga Nidra, una vez que los practicantes se han relajado y retirado los ruidos de la mente, expresan para sí mismos su sankalpa, en una enunciado sencillo y conciso. A esto se le llama “plantar la semilla”. Posteriormente, durante la meditación guiada, si bien no estará en el foco de atención, actuará de trasfondo. Al finalizar, antes de regresar plenamente a la vigilia, se repite la frase, regando la semilla.
Una experiencia interesante es que, si no se cuenta con un sankalpa bien configurado, la persona a cargo de la práctica puede proponer un sankalpa provisional para esa ocasión en concreto, mediante imágenes arquetípicas, muy abiertas a ser elaboradas de una forma íntima y particular. De esta manera, además de evitar la realización del trabajo sin un propósito, habilita una exploración interior que tiene un efecto de despejar el camino, en cierto sentido parecido al que tienen los ejercicios de desbloqueo energético (Pawanmuktasanas). No son la experimentación real, cenestésica y precisa de la energía, pero ayudan a ir salvando las dificultades y acercarse.
¿Qué forma tomará finalmente el propósito, de idea, de sentimiento, de registro interno…? En Nidra se dice “de la piel al alma”. Pero no olvidemos que si ha de surgir de lo más profundo será porque va más allá de nosotros mismos.
[1] Sobre el tema, del mismo autor, Apuntes de ética. La búsqueda de la felicidad: https://microcosmos.blog/2021/09/05/la-busqueda-de-la-felicidad/
[2] Sobre el tema, del mismo autor, Upanishad y Yoga.
[3] Sobre el tema, del mismo autor, Estudio sobre los Yoga Sūtras de Patañjali: