Desde la prehistoria, el rol de cuidadora había estado vinculado a las mujeres y a las diosas relacionadas con la fertilidad y la protección de los partos. En Mesopotamia, las mujeres que no estaban casadas tenían un papel activo como sacerdotisas y sanadoras. Sus teorías sobre el funcionamiento del cuerpo humano y sobre la enfermedad fueron transmitidas a través de las rutas comerciales, a los fenicios, egipcios y griegos.
La medicina del momento se aplicaba con conjuros para exorcizar a los malos espíritus que habían creado la enfermedad 1. En Egipto el papel de la mujer era reconocido por eruditos como Herodoto. Las mujeres cursaban sus estudios en las escuelas de medicina de Menfis, Sais, y Heliópolis. Atendían sobre todo los trastornos ginecológicos. El papiro Ebers y el papiro Kahun hablan tanto de hombres como de mujeres médicos.2
Su creencia de que la enfermedad era causada por alguna forma de pecado, gusano o insecto, influyó en la tradición judeocristiana, reflejando al mismo tiempo su experiencia de las enfermedades parasitarias endémicas en la región. En el 700 a.C la figura de la mujer como médico desaparece por culpa de la decadencia que habían provocado las invasiones semíticas desde el 2600 a.C., El nuevo patriarcado prohibía a la mujer la educación y la limitaba al rol de comadrona, nodriza y cuidadora.
En la sociedad griega la mujer tenía prohibido ejercer la medicina dentro de lo que se denominaba tekhne iatriké. Sin embargo, algunas de esas prácticas las realizaban bajo el rol de sacerdotisas. Las aguas de fuentes consideradas sagradas, los remedios a base de hierbas, los baños, y el ejercicio físico, junto con el trance hipnótico, eran prácticas comunes en estos grandes templos relacionados con la curación de los enfermos.
Gracias a Agnódice (300 a.C.), mujer que se hizo pasar por hombre para poder estudiar y ejercer la medicina, las mujeres recuperaron su derecho. Pero para ello tuvo que pasar por una acusación y una condena que no se llegó a realizar gracias a las esposas de los aristócratas. En muchas ocasiones, llevadas por el pudor, las mujeres que tenían alguna dolencia preferían morir a ser atendidas por un hombre.
La Ilíada hace referencia al papel curativo de Agameda, cuyas curaciones se basaban en el uso de hierbas medicinales.3
Los antiguos filósofos griegos se preguntaron, entre otras muchas cosas, qué es un ser vivo. El ser humano compartía el sustrato natural de todos los seres vivientes de la naturaleza. Empédocles justificaría la capacidad de percepción y de actividad racional por las cualidades naturales de la sangre, sustancia derivada de los cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra. Los atomistas confiaban en la materia y las interacciones de los átomos. Los estoicos y los epicúreos irían a la zaga. Pero dicha visión no tardaría en encontrar su opuesta. Frente a la vida creada desde el paso del tiempo y el azar, se colocaría la idealización platónica que consideraba atemporal todo aquello que vive genuinamente. El tiempo se convertirá en la imagen móvil de la eternidad.El universo y sus criaturas no hacen sino que imitar aquella forma de vida más elevada. No hay azar, todo está diseñado.
La tercera visión será la que corresponde a la fisiología. Fueron los primeros médicos pitagóricos o hipocráticos y la física aristotélica los que justificaron el orden natural con la existencia de una teleología.
La incorporación de la filosofía natural aristotélica a la medicina de Galeno (s.II d.C.) elevó los principios formales y la finalidad a toda aquella ciencia sobre la vida que quisiera ser tal por los hechos cognoscibles. Los físicos, anatomistas y fisiólogos del Museo Alejandrino fueron muy escrupulosos en su
empirismo. Junto con su teoría del cielo de sus astrónomos, la teoría de la vida de los médicos griegosse tornó en nuestra sagrada herencia.
En el siglo VI a.C se empieza a diferenciar entre el conocimiento de una enfermedad y el conocimiento de las técnicas curativas. El arte de curar se convierte en una actividad racional convirtiéndose en una profesión estimada. Antes, la práctica médica tenía un valor pre técnico cuando no estaba en manos de sanadores. Los recursos eran tanto quirúrgicos como dietéticos. Sin embargo, no quedaba olvidada la concepción mágico ritual del terapeuta.
La cirugía la encontramos ya en textos homéricos que describen los cuidados que recibían los héroes tras el campo de batalla. La zona dañada era lavada, tratada con drogas calmantes y cubierta. El phármakon era un remedio que actuaba a través del hechizo y era capaz de restaurar la salud tanto del cuerpo como del espíritu del enfermo. La dietética, por su parte, comprendía la prescripción de bebedizos y alimentos, los baños y la utilización de la palabra para tranquilizar al paciente mientras se le hacía la cura.
Las enfermedades tenían tres posibles orígenes: el traumático, el ambiental y el divino-punitivo. El médico debía discernir cuál era la causa y podía recurrir a ensalmos y encantamientos, a los recursos naturales o a manos si así lo consideraba.
En la Ilíada y la Odisea encontramos el testimonio de una preocupación por las funciones orgánicas. Se creía que el alma reside en la zona del diafragma y el corazón. Otras teorías señalarán el cerebro como parte principal.
Poco a poco el concepto de técnica se irá racionalizando cada vez más y se irá abandonando elcomponente mágico.
Pese al cambio racional en la medicina de la época, el incremento de enfermedades derivadas de la guerra hizo que prosiguiera el culto a las diosas protectoras de la salud, a las cuales se les ofrendaban exvotos.
Las principales diosas eran:
- Artemisa protectora de la mujer y los niños, y se relacionaba con el ejercicio físico y las aguas termales.
- Deméter era responsable del cuidado de la mujer y niños.
- Afrodita favorecía la fecundidad y los partos y curaba las enfermedades de la piel y la fiebre infantil.
- Atenea atendían las dolencias oculares.
- Hera se relacionaba con el momento del parto.
- Persefore curaba los dientes y los ojos.
- Medea y Circe intervenían ante envenenamientos
- Diana y Rea en el parto.
La concepción científica de la enfermedad equivalía al conocimiento de su physis. Lo primero que debía hacerse era identificar si la enfermedad tenía cura. Después debían seguir un proceso de ordenación de los síntomas tanto del enfermo como de su entorno. Y para finalizar se identificaba la causa concreta del mal.
La exploración minuciosa del paciente incluía los sentidos del olfato y el gusto. La conversación con el enfermo era muy importante. Sobre ello insiste el Corpus Hippocraticum. Ayudaba a emitir un diagnóstico y un pronóstico.
La terapéutica que se aplicaba en este tiempo conservaba la farmacopea, la dietética y la cirugía de la etapa anterior. Sin embargo, el phármakon pierde su aspecto mágico, reduciéndose su efecto a un acto meramente fisiológico. La mayoría de las veces se trataba de plantas que el mismo médico preparaba.
La dietética se basaba en lo que hoy llamaríamos estilo de vida saludable. La cirugía llegó a tener gran éxito en lo referente a fracturas, problemas oftalmológicos y tocoginecológicos.
Ser médico era una profesión libre, no había que tener ningún reconocimiento institucional. Se labraban la reputación ellos solos a través de sus aciertos o sus errores. En Crotona, Cnido y Cos había escuelas muy antiguas donde se enseñaba tanto la práctica como la teoría. Si se exigía a sus alumnos el
compromiso ético.
Los pitagóricos concebían la vida y por tanto la salud como un equilibrio de elementos o de principios contrarios. La labor del médico era restablecer la armonía que había quebrantado la enfermedad.
Hacia finales del siglo V a.C. los médicos-filósofos como Empédocles o Diógenes de Apolonia que mantenían teorías alejadas de la experiencia clínica quedarían desautorizados. El círculo hipocrático exigía una ciencia médica que se ciñera a una metodología dirigida por la observación meticulosa. Se intentó por ejemplo que se dejase de ver la epilepsia desde el punto de vista supersticioso, ya que la condenaba a ser un castigo divino.
La escuela hipocrática quiso proteger su conocimiento técnico, su método gracias al cual habían obtenido éxito tanto en el diagnóstico como en la terapia. Este éxito provenía de los principios teóricos que habían establecido y no querían que se corrompieran. La colección de textos hipocráticos se compone de cincuenta y tres tratados de diversos temas: ética, anatomía, fisiología, patología, tocoginecología, oftalmología, cirugía y pediatría. El conjunto original proviene de la biblioteca de Cos. Representaba la formación del futuro médico. Más tarde, a finales del siglo III a.C. se formó la colección de la Biblioteca de Alejandría. Esta colección tendría también textos de escuelas ajenas al hipocratismo.
Los hipocráticos concebían la salud y la enfermedad en relación con la actividad cerebral y adoptaron la noción de que el pneûma es el elemento material que hace posible la percepción y el conocimiento del mundo externo. Desarrollaron una teoría de las funciones orgánicas fundada en la acción de los cuatro humores, (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra), entendiéndolos como mezclas proporcionadas de los elementos de Empédocles sumados al pneûma que circulaba por los vasos sanguíneos. El desequilibrio producido por la proporción excesiva de uno de ellos justificaba la enfermedad a la vez que se buscaban las causas ambientales o alimentarias.
La explicación bien fundada sólo podía darse con una propuesta teórica confirmada por la observación. La medicina parece desligarse de la Filosofía de la Naturaleza para abrazar el empirismo y la categoría de ciencia. El eco pitagórico, con la forma y la proporción, se convierte en la estructura que mantiene la vida. El organicismo y el finalismo se establecen ontológicamente y hasta el mismísimo Platón se mostraría admirador de tal planteamiento.
La admiración que tenían por la naturaleza queda recogida en el axioma supremo de la medicina hipocrática: “La naturaleza se ayuda a sí misma”.
- El libro del masaje.Böch, B. Das Handbuch Mussu’u “frotes”. Eine Serie sumerischer und akkadischer Beschwö-
rungen aus dem 1. Jt. vor Chr. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 2007. ↩︎ - Bernis Carro, C.; Cámara González, C. La mujer en la constitución histórica de la Medicina
en Liberación y Utopía. Akal. Madrid, 1982. ↩︎ - Homero. Iliada, l III. XI, 740. Barcelona. Fundació Bernat Metge. 2009. ↩︎