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El homúnculo y la creación de vida artificial

La pregunta de si los humanos realmente pueden reproducir la naturaleza de forma artificial ha estado vigente desde siempre. Entre los años 1200 y 1700, cuando la alquimia estuvo en auge, se pensaba que si había alguien capaz de acelerar los procesos naturales de la naturaleza, replicando todos sus detalles y produciendo productos idénticos, eran los alquimistas. Los alquimistas medievales y modernos tempranos afirmaron que su búsqueda estaba dirigida a perfeccionar la naturaleza en lugar de simplemente imitarla.

El homúnculo alquímico

En este período es cuando nace la leyenda del homúnculo en sus diferentes variantes. La imagen del homúnculo, que proviene de los grabados alquímicos de los siglos XVI y XVII, un ser antropomorfo creado en el vaso alquímico, soporta la idea de que a alquimia puede replicar la vida humana en un frasco implicando una transmutación de sustancia utilizando el conocimiento de fuerzas ocultas de la naturaleza. Se creía que este ser era una persona artificial moral e intelectualmente superior. La idea de que el homúnculo era la promesa de un hombre incorrupto, cuyos poderes serían concentrados y aumentados, tiene relación con la la filosofía hermética del siglo XVII.

La leyenda de la mandrágora

También existe una antigua leyenda popular alemana de la mandrágora, conocida en el alto alemán medio como Alraun o Alraune, según la cual, la raíz de la mandrágora crecía principalmente debajo de los patíbulos, donde se generaba a partir del esperma o la orina de los criminales ahorcados: en honor a su procedencia, el Alraun también se llamaba Galgenmann o Galgenmännlein «hombre del patíbulo». Ya en la antigüedad tardía, se creía que la planta Baaras, o mandrágora, en la forma de un hombre, emitiría un grito mortal al ser arrancada, y que la única manera de evitar la muerte era emplear un perro para que, atado a la parte expuesta de la planta, tirara de ella.

En el siglo XVII todavía se mantenía la creencia de que tal hombre del patíbulo también podía ser producido si enterraban el esperma de un joven bajo tierra y periódicamente alimentando el embrión en desarrollo con más de lo mismo.

El motivo por el que se valoraba tanto la raíz de la mandrágora era la creencia en que traía buena suerte y fortuna a aquel que la poseyera. Tal es así que en 1562 en Lucena un tal Ambrosi Zender fue detenido por vender Alraun falsificada por una suma elevada de dinero. A veces se decía que era capaz de profetizar el futuro y de traer la victoria en la batalla (leyendas alemanas).

Se suponía que el Alraun debía guardarse en un pequeño frasco o caja parecida a un ataúd, si se insertaba una moneda en su recipiente por la noche, se encontrarían dos monedas allí el día siguiente. Pero el dueño tenía que seguir un ritual elaborado: debía ser bañada en agua caliente y vestida con seda tres días después de su llegada. Este baño debe repetirse cuatro veces al año. Otras fuentes especifican que este baño ritual debe realizarse con vino, y que el «ataúd» en el que se guarda el hombre del patíbulo debe estar ricamente decorado.

La figura literaria y alquimista Johann Rist (1607-1669) relata en su Aller edelste Thorheit der ganzen Welt (La mayor tontería noble en todo el mundo) que el hombre del patíbulo generalmente se guarda en un pequeño ataúd que debe ser pintado de rojo y equipado con mantas de colores. En el interior de la tapa del ataúd se pinta una cruz, y en la parte superior, un patíbulo, del cual cuelga un ladrón muerto. Otras fuentes, sin embargo, sostienen que el Alraun puede ser guardada en una botella o frasco, siempre y cuando esto no esté expuesto a la vista pública.

La vida artificial en la literatura

En el ámbito de la literatura entramos el motivo de la vida artificial interpretado de distintas maneras. Es escritor ruso Vladimir Odoyevsky recrea ese motivo en su relato «Silfida«, en el que el protagonista se traslada al pueblo a la casa de su tío fallecido. Allí descubre, por puro aburrimiento, libros y manuscritos de su tío, entre los cuales se encuentran los libros de místicos, alquimistas y cabalistas, -y que sirvieron a Odoyevsky de inspiración- como Paracelso (El Libro de las Ninfas, los Silfos, los Pigmeos, las Salamandras y los demás espíritus), Arnaldus de Villanova y Henri de Montfaucon de Villars (Conde de Gabalis). Esas lecturas le llevarán a hacer un experimento, cuyo resultado será la creación de un ser llamado Silfida, un espíritu de la naturaleza surgido en un recipiente de agua en el que él había depositado una sortija. Como es habitual en esas historias, el destino del protagonista corre peligro, pues como vemos en este caso, el espíritu de la naturaleza quiere arrastrarle a su mundo, por lo que él empieza a perder contacto con el mundo real.

Otro ejemplo literario es Alraune de Hanns Heinz Ewers. La novela se centra en la figura de una mujer concebida artificialmente mediante la inseminación de una prostituta con el semen de un condenado a muerte. El resultado es el nacimiento de Alraune, una mujer que hereda las características malévolas de sus progenitores y todo aquel que tiene contacto con ella, perece. Aunque, el argumento se traslada a principios del siglo XX y los personajes buscan probar las creencias populares haciendo un experimento para crear un ser artificial, que por supuesto, no traerá nada bueno a sus artífices, la novela hace una clara referencia a la leyenda germana de la mandrágora. El libro, en general, plantea cuestiones como la herencia genética y la moralidad.

Cartel de la película Alraune de 1928

Por último, recordemos, Fausto de Johann Wolfgang von Goethe, donde Mefistófeles utiliza la alquimia para crear al homúnculo como una forma de ayudar a Fausto en su búsqueda del conocimiento y la perfección. En esta obra, el homúnculo simboliza la búsqueda del hombre por el conocimiento, la naturaleza de este, incluso la ambición humana.

Mofistófeles creando homúnculo

Como hemos visto, la idea de la creación de la vida artificial. desde las leyendas de alquimistas capaces de crear homúnculos hasta la literatura moderna que explora las implicaciones éticas y filosóficas de la creación de vida artificial, ha sido una constante en nuestra cultura. A medida que avanzamos en nuestra comprensión de la biología y la genética, esta antigua fascinación adquiere nuevas formas y plantea nuevas preguntas sobre lo que significa ser humano y cuáles son las implicaciones de nuestra capacidad para manipular y, posiblemente, crear vida.