Son varios los caracteres asociados a este signo misterioso que es Piscis. Pasemos revista sobre algunos más destacados: la soledad escogida, el enamoramiento súbito, la absorción de la energía de las otras, la creatividad desbocada, el gusto por la espiritualidad y los temas místicos, la atención cariñosa hacia el dolor ajeno, la sensibilidad gratuita y espontánea, el poderío basado en la intuición, la creación de conexiones con lo desconocido y la solidaridad con las compas de trabajo. Piscis es un juego entre el don de la entrega total y gratuita, y la protección de la soledad como recarga de fuerza.
La mirada de Piscis son unos ojos azules atentos que miran más allá para poder atender el más acá. A Piscis le cuesta protegerse de entrada, por lo que le puede sobrecoger la vergüenza cuando aún no es capaz de domar ese don tan preciado: la gratuidad como modo de vida y como puerta para conectar con las demás. Esos ojos azules que sorprenden a la tendera, esos ojos azules que contienen todo el mar en su mirar. Esos ojos azules que pueden asustar tanto cuando Piscis mira a lo desconocido, pero también esos ojos azules que entrañan la más verdadera de las verdades: el cariño como don escogido. Esos ojos azules de mar y de río, de niebla y de lluvia, de lágrima y de sudor, de flujo y de hielo, de sangre y de sutura, de leche y de galleta de canela en cualquier tarde de primavera.
Para Piscis es recomendable entrenarse en el arte de la soledad, porque la soledad de piscis es la preparación y el entreno del don de la Gracia. Piscis es presencia, ni pasado ni futuro, es presencia deslocalizada, casi imposible de apresar. Piscis es huida encontrada, Piscis es agua que nunca se estanca, Piscis huele bien, Piscis camina rodeando el río y sigue hasta encontrar el mar donde se disuelve, renace y vuelve a nacer. Piscis no muere, Piscis hace del renacimiento un rito en el que todas están invitadas, Piscis no genera hacia fuera, Piscis genera hacia adentro y te invita a generarte así: sin más y con todo, de menos y de nada, de recibimiento y de donación. Piscis te ofrece la mano y la mirada porque consiente de una manera radical: siente-con, siente contigo. Sigue el hilo acuático de Piscis y hallarás el palacio que yace en ti.