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Bestiarios y su Influencia en la Ciencia Moderna

Muchas veces no nos imaginamos el alcance y la influencia que tiene la filosofía o ciertas ideologías a la hora de interpretar una corriente metodológica o simplemente un experimento científico, el cual será posteriormente validado o abandonado o simplemente convertido en algo inútil sin haberse por ello ajustado a la realidad observada sino más bien por no verse en concordancia por la corriente de pensamiento del momento y del lugar.

Cuando tenemos en nuestras manos ciertos bestiarios o compendios botánicos no somos conscientes de que estaban sujetos a esa tendencia. Y esto ocurrió no solo con los bestiarios y las historias naturales sino también con temas tan importantes como la anatomía.

Pongamos como ejemplo la disección de Vesalio, fundador de la anatomía moderna. En ella se podían ver detalles morfológicos que a veces fueron olvidados o quizá simplemente ignorados por lo desconocidos que resultaban. Así pues la interpretación se seguiría dando en términos galénicos.

Sería más adelante, gracias a la publicación del libro De motu cordis de William Harvey, cuando se verá la posibilidad de dar un cambio en el paradigma del pensamiento y por tanto en el marco teórico de la fisiología. Pues desde Alejandría no se había modificado apenas.

El Renacimiento servirá como una preparación tímida del cambio ya que los modernos se cuidaban de no contradecir a los antiguos, ya fuera por Aristóteles o por Galeno.

Pero la renovación estaba en marcha y tendría que superar la tensión entre aspectos tradicionales y modernos.

La ciencia se apoyaba en la observación como fuente de conocimiento mientras que la mística y la estética marcaban el ritmo. La magia y la alquimia se entrelazaron con la espiritualidad religiosa sin dejar por ello de lado los avances técnicos de las artes mecánicas.

Así la astronomía, la anatomía y la botánica se verían influenciadas por este nuevo impulso pero realmente solo los Principia de Newton establecerían en 1687 el camino hacia la ciencia moderna.

Los anatomistas eran exploradores del cuerpo humano que encontraban a su vez fascinantes hallazgos en la flora y fauna del nuevo continente. Los primeros médicos y naturalistas trataron de acumular datos observables a pesar de carecer de un nuevo marco teórico aplicable que diera forma y sentido a sus investigaciones.

En la Edad Media esa tarea no rebasaba más que el marco de la mera descripción. Sin embargo, el investigador moderno sabe algo más que no es capaz de explicar o demostrar.

Poco a poco se fue superando el conocimiento sobre la estructura de los seres vivos.

El hombre renacentista estaba interesado en completar el inventario de las especies animales y vegetales. La Historia Natural de Plinio había sido la enciclopedia del conocimiento zoológico en la Edad Media, y seguiría inspirando la corriente enciclopedista.

Los primeros bestiarios demostraban por un lado el deseo de abarcar el mayor conocimiento posible a pesar de no tener ningún rigor crítico. Lo cual daría como resultado el hecho de presentar al lado de animales reales, otros animales mitológicos, bestias y monstruos.

Los encontramos en las obras de Gesner, Aldrovandi, Topsell, Belon y Rondelet. Ellos representan este estadio inicial en el que no había orden ni clasificación científica, como mucho disponían los ejemplares en orden alfabético.

Más adelante irían apareciendo publicaciones de carácter más específico como compendios de perros o insectos. Poco a poco se irá comparando la anatomía de manera más minuciosa hasta dar con detalles que habían pasado desapercibidos o tomados por no significantes.

A finales del siglo XVII tendremos magníficos ejemplares que testimoniaban los hallazgos de las expediciones a Sudamérica y las Indias Orientales. Los navegantes, marineros y aventureros componían una de las fuentes de información verídica sobre animales exóticos, plantas , etc, que se alejaba de los relatos mitológicos y se acercaba al empirismo.

El estudio de las plantas cobró una influencia mayor y se creó entonces la cátedra botánica en Padua. El fervor por esta ciencia aceleró la creación de jardines botánicos en ciudades como Florencia, Bolonia y París.

Desde Teofrasto y Dioscórides no se había hecho ningún avance en materia biológica. Los herbarios de los siglos VI y XIV eran resúmenes de las propiedades medicinales de las plantas. Y lo que más interesaba era si tenían efectos usadas como drogas. El interés por la estructura de la vida natural por sí misma no despegará hasta el Renacimiento. Cuando las ilustraciones por fin se harán conforme a un ejemplar vivo.

El catálogo de plantas partía de las 500 especies que había registrado el Dioscórides, llegando a las seis mil que incorporaba Bauhin en su Pinax de 1623.

Es entonces cuando el orden alfabético demuestra su incapacidad para abarcar científicamente un nuevo conocimiento altamente amplificado. Así, Zaluziansky clasificó los ejemplares según su complejidad anatómica. Y es más, la botánica pretendía ser una ciencia autónoma.

Se estudiaba la forma de las hojas, los frutos y las flores y se debatía sobre ello. Pero la aspiración taxonómica se mezclaba con los extraños poderes que se les atribuían a las plantas, la conexión que se hacía con la astrología, y las influencias ocultas de la naturaleza.

La forma de cada planta resultaba por analogía corresponder a una parte del cuerpo humano que podía ser curada.

Los siglos XVII  y XVIII la naturaleza fue explorada desde el componente intelectual derivado del  Almirantazgo británico, la ilustración francesa y el Reino de España deseosos de nutrir sus museos y sociedades científicas.

El capitán Cook, André y François Michaux, Dombey, dirigieron expediciones transoceánicas en las que se embarcaban los curiosos y aventureros naturalistas.

El mundo microscópico debía registrarse también y se disponía de lentes prestadas o en el peor de los casos se debía viajar a Holanda para poder utilizarlas.

Carlos II, Jorge I de Inglaterra y el zar Pedro el Grande sintieron curiosidad por este nuevo mundo. Esta curiosidad podía llevar a prisión a veces como en el caso de Dombey, encerrado en Montserrat por las autoridades españolas. Además le requisaron parte de su colección vegetal que había traído de América del Sur.

La diversidad de formas orgánicas llegadas desde más allá del viejo continente hizo imprescindible el desarrollo  de la taxonomía. De esta manera la ciencia de la Ilustración se convirtió al orden lógico y racional.

La naturaleza era un todo en el que se debía encontrar y explicar las afinidades morfológicas de las especies de un mismo género y analizar las diferencias entre distintos géneros. Se buscaba el diseño del arquitecto del mundo, el gran orden escondido. Era por tanto no solo una empresa científica sino mística en su esencia.

Se representó entonces el mundo de manera espacial atendiendo a las matemáticas. Un mundo en el que los cuerpos se mueven de acuerdo a la conservación. La geometría llegaba hasta el mismísimo momento de la fecundación: se traduciría en el crecimiento en el espacio gracias a un impulso mecánico. El individuo ya estaba preformado en uno de los progenitores. Esperando su desarrollo.

Un nuevo avance lo haría Harvey con su teoría de la circulación. Dicha teoría fue admirada por el alquimista Robert Fludd, quien vio en ella la confirmación del sistema planetario en los seres vivos.

No estarían a salvo de los ataques mecanicistas. Pero aún así, Harvey enfrentó a dos edades. Enfrentó dos paradigmas y supo combinar el espíritu antiguo con el progreso amenazado por el mecanicismo simplista.

Por ello será tan importante la perspectiva renacentista que tendrá sus ecos en el Romanticismo y que nos llevará de la mano junto a la ciencia y a la magia sin por ello desmerecer a una u a otra.

Autores como Goethe recuperaran la visión orgánica del mundo al mismo tiempo que la visión emblemática renacentista para dotar a sus escritos literarios y científicos todo el poder de la ciencia y de la magia. Un todo armonioso altamente bello digno de ser comprendido por las almas más sensibles.


Bibliografía:

  • Historia de las plantas. Teofrasto. Editorial Gredos.
  • Historia Natural. Plinio el Viejo. Editorial Gredos.
  • El origen de las especies. Darwin. Editorial Espasa Calpe.
  • Macrocosmos, microcosmos y medicina: los mundos de Robert Flud. Joscelyn Godwin. Ediciones Atalanta.
  • Historia de las Epidemias, en España y sus colonias. Jose Luis Beltrán moya. La esfera de los libros.
  • Teorías de la Vida. Jose Luis González Recio. Editorial Síntesis.
  • La serpiente verde. Goethe. Editorial Herder.

Imagen principal:

Bestiario de Aberdeen, La Pantera. Siglo XII