No es fácil encontrar un origen del porqué nos visitan los fantasmas en sueños o por qué mediante los sueños quizás abramos puertas o crucemos puentes en los que se nos da la oportunidad de hablar con el otro. Podemos identificar una historiografía o una antropología popular de estos hechos, que no tienen por qué estar vinculados tan concretamente con el trauma como se cree.
De hecho, las historias de fantasmas que nos acompañan desde Mesopotamia hasta hoy en día son variaciones que han sobrevivido siglos y milenios. Las voces más críticas con este tema siempre interpelan a la veracidad de los hechos, poniendo en cuestión la salud mental de la persona y así marcando lo que es real o verídico con una serie de listados por cumplir, claro está sin hacer reservas del respeto hacia el otro (quien quiera que sea el otro). Lo que si han demostrado psicólogos, antropólogos o psiquiatras es que una experiencia como tal de este tipo siempre es real, porque la otra persona lo vive como tal. Pero estos cuestionamientos vienen de siglos atrás, en los que por distintos intereses ya sean sociales o económicos, más que desmontar estas creencias trataban de perseguirlas.
Una de las principales cuestiones es que lo fantasmagórico y las historias de fantasmas siempre han estado ligadas a lo popular. Historias de personas anónimas y del populacho que no interesaban más que al populacho y que en muchas ocasiones han puesto en jaque a estructuras del poder como la iglesia. Una de las creaciones de la iglesia para mantener acotados a tantos fantasmas y controlados por ellos mismos fue la invención del Purgatorio o en otras religiones como la protestante, persiguiéndolo y dejándolo como creencias de gente de clase baja. Pero la creación del Purgatorio no les salió tan bien como esperaban, porque se convertiría en lo que Jaques Le Goff llamaría “revolución de la geografía del más allá” dando un marco de solidaridad casi siempre recíproca entre muertos y vivos.
Lo más interesante es que la creencia de los fantasmas es compartida por distintos sistemas culturales repartidos por todo el globo terráqueo, cada uno a su manera. A veces, a estas culturas se las han relegado como a unas culturas de segunda clase, que, sin embargo, cuando distintas ciencias se han quedado sin ideas acuden rogándole a estas para expropiar sus metodologías y cambiarlas por un nombre más aceptado en la nueva era del cientificismo. No es un tema baladí ya que, en estos pueblos primigenios o culturas nativas de distintas regiones, desde los chamanes a los médiums han entretejido técnicas que a veces curan el alma. Si el medio comunicativo no está en manos de ciertos poderes esté pone también en entredicho el modelo productivo y esto es lo que consiguió fragmentar en distintos momentos el espiritismo.
Con esta pequeña introducción, pretendo trazar una ruta o un mapa relacionado con los fantasmas y los sueños de la forma más empática y abierta posible, a pesar del sesgo escéptico-occidental que nos marca. También quiero hacer hincapié en que se verán entrelazados dos temas fundamentales, el sueño y la muerte.
Los primeros sueños fantasmales
Podríamos decir que los primeros fantasmas no estaban muertos o no tenían por qué estarlo, quizás más bien eran seres, espíritus o daimones que más tarde han ido demonizándose hasta convertirse en monstruos del hogar, demonios, ángeles, vampiros, lamias, hadas y un largo etcétera.
Los primeros relatos de sueños y fantasmas los encontramos en Mesopotamia. Entre ellos está El sueño de Dumuzi, éste mismo tiene un sueño antes de descender a los infiernos, en este relato es la primera vez que veremos la palabra fantasma asociado a lo onírico. Pero también el héroe Gilgamesh sueña con su amigo muerto Enkidu, después de tener ese sueño, manda construir una estatua a para honrar a su amigo. Un sueño que nos recuerda también al que tiene Aquiles con su primo Patroclo que muerto le pide sus honras fúnebres.
En Mesopotamia también encontramos otro espíritu que es específico para el sueño, los “saqiqu” que pueden introducirse en el sueño porque es lo más parecido a la muerte.
En la antigua Grecia, es gracias a la obra de Eurípides, Hécuba, otra de las primeras pistas de la antigüedad que nos deja caer que los fantasmas pueden colarse en nuestros sueños. Polidoro estando muerto dice que se acostará en la cabeza de su madre, su madre se despierta por una pesadilla en la que dice haber visto a su hijo Polidoro. Aquí también vemos que los sueños son un medio de los muertos para regresar con los vivos.
En otra obra de Esquilo, en este caso la obra de Orestía, mientras las Erinias duermen Clitemnestra se presenta en su sueño pidiendo venganza.
Porque hasta ahora lo que entendemos es que los muertos se presentan en nuestros sueños para dejarnos ciertos mensajes, advertencias, presagios, una revelación o simplemente buscan ser escuchados, contar su historia o transmitirnos amor y protección.
Para los hebreos los fantasmas vuelven porque dejan historias deshilachadas, se les hace llamar “ruaj refaim” que su significado es espíritu suelto. Esto se debe a cómo son enterrados los muertos, con una mortaja blanca que deben coser al difunto como rito ancestral. Esos hilos deshilachados son sus historias deshilachadas. Según sus creencias estos también se presentan porque quieren ser escuchados, pero sobre todo porque creen que a la persona a la que se le aparece necesita ayuda para superar un trauma. Cuanto más vivo está el trauma mayor es el fantasma. Se presentan a aquellas personas que no conocen la historia de su linaje o creen que no tienen nada que ver con ella.
Estas quizás, son las primeras historias de fantasmas relacionadas con lo onírico y desde entonces hasta nuestros días es algo que sabemos que ocurre o podemos hablar en entornos de mucha confianza. El antropólogo Christophe Pons trata de investigar en la Islandia moderna la comunicación con los muertos y sus entrevistas al llegar son poco fructíferas. Para cambiar su suerte en la investigación decide darle la vuelta a cómo está planteando sus preguntas y decide preguntar por el muerto que les habla y si el entrevistado conoce a más personas que ese muerto les haya hablado. Su agenda empezó a llenarse de contactos tras esa sugerencia, empezó darse cuenta de la cantidad de historias que se cruzaban y mantenían una raíz común entre las historias que mantenían a los vivos y a los muertos. Para los islandeses un buen medio de comunicación ayuda a no enfrentarse a charlatanes, a ser diagnosticados de patologías que no tienen o incluso a dejar que no se reproduzcan falsos médiums. Este es un ejemplo más de lo ligado que están estos hechos a la vivencia popular, el interés que despierta y las ganas de investigarlo.
El des-velo de la muerte
A dormir se aprende durante años, o eso es lo que escribe la psicoanalista Constanza Michelson en su libro Hacer la noche. A los niños es algo que les inquieta todavía, se les va iniciando poco a poco y es normal porque la oscuridad que envuelve el entorno del sueño puede dar miedo. Preparase para las horas de plena oscuridad en soledad no es algo fácil que solo desconcierta a los más pequeños. Aprender a dormir es algo que podemos quizás más o menos controlar, pero nunca podemos aprender a morir porque no tenemos registros de experiencia de la muerte sin que se haya vuelto de ella.
La cama en este concepto es lo más parecido a una tumba, es posible que aquí personas que padecen insomnio lo puedan entender así, pero me refiero más a un concepto simbólico. Ver a otra persona dormir o soñar tiene un gran parecido a ver un cadáver, una persona que en ese momento está en otro mundo, no consciente en este y lo único que lo diferencia es la comprobación de la respiración.
Este hecho que parece tan simple como la visión de una persona tumbada y soñando, es un símbolo que en algunas culturas ha hecho pensar que es un momento en el que podemos acceder a otros mundos, una alteración de la consciencia que abre espacios del inconsciente. Por ello, también se pensó que el gran parecido de la postura del sueño y de la muerte podía llegar a establecer una comunicación entre ambos lugares.
El terror al sueño, el terror a la noche indefensa sí es cierto que es algo que se aprende. Quizás muchas personas recordemos las oraciones que nos enseñaban nuestras abuelas antes de irse a dormir, muchas de ellas como una especie de conjuro de protección de la cama, casi como la que se le da a alguien que va a morir. El ser humano hace muy poco que duerme completamente solo, dormir siempre es común y durante muchos siglos, dormir, se ha realizado en común. Enfrentarse a la oscuridad sólo, era enfrentarse a algo desconocido sólo, algo que no se puede ver y que podría aterrar a cualquiera. Por eso los niños se les va enseñando poco a poco algo que a nosotros como sociedad nos ha costado milenios.
A menudo cuando una persona muere se suele acudir a la típica frase de “estará en un descanso largo”, “el eterno sueño”, o incluso a algunos niños se les dice que está durmiendo para no asustarlos. A la muerte siempre se le espera postrado en una cama, pero la mitología también relaciona estos dos estados entre el sueño y la muerte. Hermes psicopompo, Hipnos y Tánatos son los dioses que se encargan de llevar a las personas tanto al mundo de los sueños como al de los muertos. De hecho, las moradas de Hipnos y Tánatos para los griegos estaban juntas en el Hades.
Pero es justo a aquellos dioses que vuelven de la muerte o del mundo de los sueños, a los que se les otorga el conocimiento del misterio. Unos ejemplos son los dioses Osiris, Dioniso, Ariadna, Perséfone, Jesús o Buda.
Como decíamos nadie puede aprender a morir, pero sí podemos tener sueños en los que morimos y eso es algo que se usaba en los misterios que pasaron a ser ritos tanto en Grecia, Roma o Egipto. Para Freud y Jung los sueños tenían una categoría simbólica, que nos comunicaban con los deseos de nuestro inconsciente. Como dice Constanza Michelson, con las drogas que muchas veces se usaban y se siguen usando para estos ritos, el inconsciente brota saltándose lo simbólico y presentándose delante de nuestra propia cara o lo que otros llaman “oír voces”. Estos misterios no nos enseñaban como era la muerte, pero sí nos intentaban preparar para ella.
Las pocas evidencias científicas que tenemos de quienes hayan superado una muerte cerebral son los supervivientes al ECM (experiencia cercana a la muerte). Hay estudios que han demostrado que pacientes con muerte cerebral, estos no dejan de sentir o de soñar y aquellos que regresan tienen vivencias muy parecidas. ¿Cómo explicar que cuando médica y científicamente estamos muertos, algo queda vivo? Esta pregunta la responde Jacobo Siruela en su libro El mundo bajo los párpados de la siguiente manera:
«Pero en cualquier caso, no deja de ser sumamente contradictorio y restrictivo que después de la teoría de la relatividad – donde espacio y tiempo no son valores absolutos sino relativos-, después de la teoría cuántica -que ha despojado de sustancia y causalidad a la materia- y de la teoría vibracional de cuerdas -que atribuye al mundo corpuscular hasta once dimensiones-, cuando se especula si los agujeros negros son puertas dimensionales a universos paralelo, aún sigamos mentalmente tan apagados a la vieja idea ilustrada de reducir nuestro concepto de realidad a las cuatro dimensiones espacio-temporales de todo lo que perciben nuestros sentidos.”
En los años 60 empezaron a aparecer drogas sintetizadas en los laboratorios de farmacéuticas con nombres conocidos. Muchas de estas drogas comenzaron a probarse y se desarrollaron auténticas tesis a favor de estas sustancias como cura a enfermedades psicológicas como la depresión o la ansiedad. Todas estas investigaciones se cerraron a cal y canto en los cajones con la doctrina antidrogas de Nixon en los EE. UU.
Ahora es irónico que en ese mismo país sea el más avanzado en levantar ese prohibicionismo y sacar documentales en sus medios (a veces propagandísticos) como Netflix de la importancia de estas drogas. Hay psicólogos que sostienen que en el futuro los antidepresivos, fármacos que tienden a la inutilidad, serán sustituidos por el DMT u otras formas de éxtasis. Las farmacéuticas ya están preparando su auge para este cambio social, el antropólogo Jeremy Narby en su libro La serpiente cósmica, escribe que los pueblos primigenios están experimentando una segunda colonización, la del conocimiento del uso de sus drogas, sus rituales ancestrales para curar el alma y conectar con nuestros ancestros. ¿Qué pasará cuando el uso de la ayahuasca esté completamente acotado por empresas con gran poder? ¿Podemos desligar el ritual de la planta?
La sustancia conocida como DMT o dimetiltriptamina lo producimos de forma natural en nuestra glándula pineal, que es un órgano que se encarga se sintetizar los procesos químicos que regulan nuestros sueños. Conocida como Ayahuasca, su nombre en quechua quiere decir “la soga de los espíritus” o que tiene relación con nuestros ancestros muertos, aunque la etimología varía según la zona. Tanto el DMT como la psilocibina empiezan a ser terapias cada vez más demandadas en sus dosis recomendadas.
Entre esas personas que piden este cambio social en cómo tratar ciertas enfermedades son pacientes en estados terminales, enfermos con cáncer o personas con una tendencia a la depresión reclaman soluciones reales. Soluciones para su dolor, ya sea psicológico o físico. En el caso de los enfermos terminales necesitan realizar su catarsis, someterse ante el estado ilusorio que pueden crear ciertas drogas para vivir la experiencia de la muerte. Muchos de estos experimentos hablan de lo importante que es esto para muchas personas para progresar en sus terapias cuales sean.
Sería interesante volver a abrir esos cajones cerrados por el miedo del mito y volver a dar una oportunidad al rito, el rito que necesitan aquellas personas que reclaman ayuda. Una droga es una materia sin más que nos produce ciertas sensaciones o experiencias, también lo son las legales. Pero volver a reproducir el juego de la teatralidad en un rito que te guía cuando alguien reclama ayuda, podría ser una toma de aliento, aunque creamos que sea gracias a nuestros ancestros.
El sueño reparador
Todas las personas tenemos claro lo importante que es dormir, pero no solamente dormir, sino recuperarnos física y mentalmente después del sueño. Ahora tenemos listados completos de higienistas del sueño comentándonos lo importante que es el sueño para la microbiota, los neurotransmisores, para resetear los niveles de estrés con la cortisona, el metabolismo, la neurogénesis y un largo etcétera.
Macrobio un filósofo del imperio romano catalogó de una nueva forma los sueños y esta nueva catalogación se aceptó en la teología medieval. Para Macrobio en Insomnium sería un malestar, más que un sueño una pesadilla y un sin sentido que lleva a cuestas problemas emocionales o físicos. El Insomnio es uno de los malestares sociales de nuestra época, por ahora se sabe que es el tercer malestar más sufrido en todo el planeta tierra. Llevamos rompiendo nuestros ritmos circadianos desde La Segunda Revolución Industrial y ahora de lleno en la tercera, parece que el enemigo común es la luz azul sin poner el foco en el verdadero problema. Sin embargo, otro de los errores ha sido desterrar a Freud o a Jung de la investigación médica, terminado por rematar por Karl Popper en los años setenta y dictando sentencia al psicoanálisis como algo incomprensible e irrefutable. Por otra parte, los neurocientíficos que sí mostraron su interés en el sueño, como comentaron en algún momento las teorías de Freud, han sido con los cuales más investigaciones claras y brillantes hemos logrado tener en este campo.
De esta forma los sueños quedaron como algo desterrado y sin a penas importancia en su significado y símbolo. Al igual que los diarios de sueños, con los cuales está demostrado la mejoría imaginal y memorística que tienen llevarlos a un papel. Es posible que exista una relación entre reducir el sueño a algo insignificante, a la venta de melatonina y benzodiacepinas en las farmacias.
Hubo un momento en la Magna Grecia que los sueños fueron totalmente determinantes para la curación de un malestar, no solo como una visio que repara el alma, sino como la antesala al tratamiento.
Asclepio era el patrón de la medicina griega, un dios que se compara muchas veces con Dionisio porque es un Dios que nace de una mujer que muere o está muerta. Asclepio es el hijo de Apolo y Corónide, a la que éste asesina por celos y después entregará al centauro Quirón para su enseñanza. Asclepio también tiene varios hijos, dos de ellos Macaón y Polalirio, médicos sagrados que uno interviene con las manos y un cuchillo (un cirujano) y el otro con brebajes y bálsamos. Homero de hecho escribe en la Ilíada que estos ungüentos tienen que invocar al nombre de su padre (Asclepio) para que sean útiles.
Los descendientes de Asclepio llamados los asclepíadas son los antecedentes relacionados con Hipócrates de Cos, Cos era uno de los lugares hasta Tricca y Epidauro que tenían el templo dedicado a Asclepio o Asclepeion.
Pero antes de hablar sobre qué ocurría en el Asclepeion, tenemos que hablar sobre los daunios una información que nos facilita en sus textos Luis Montiel Llorente. Licofrón un autor griego del siglo III a.C y que llegó a dirigir la Biblioteca de Alejandría escribía que “los daunios duermen en la tumba de Podalirio envueltos en pieles de oveja y reciben profecías procedentes de él en sueños. Luego se quitan las pieles, se bañan en el río invocando su nombre y se curan”. Este ritual que hacían los daunios es lo que se practicaba en cierta forma en el Asclepeion, en latín conocida como incubatio y en griego como enkoimesis. Los dauinos es un pueblo que se le relaciona con Tracia por estar con su frontera y a estos mismos su influencia chamánica. Un pueblo emigrante que colonizaron la actual región italiana de Apulia.
La incubatio al igual que el sueño terapéutico no se podía realizar en cualquier lugar, sino que este lugar debía encontrarse en una cueva o caverna que agilizase la comunicación con el inframundo, el lugar donde habitan los muertos. Así que para llegar a la curación también hay que hacer una katábasis, un descenso a los infiernos como Orfeo. El Asklepeion contaba con un témenos que era una residencia donde se alojaban los peregrinos que viajaban hasta estas puertas al inframundo. Solamente se prohibía su entrada a embarazadas y moribundos. En el caso de Delfos antes de entrar en el ábaton o la caverna para iniciar el sueño, el consultante o iniciado, debía beber un brebaje que sería el agua del olvido y al salir el agua del recuerdo. Habría que descender al Hades y experimentar una transformación o metanoia que sería como un renacimiento interior pero no se podía alcanzar sin antes experimentar una aparente muerte la phôleia. El agua del olvido era el agua de Leteo que era un río del inframundo y se caracterizaba como el río del olvido y el agua del recuerdo sería el agua del río de la memoria, Mnemosine.
El sueño que recibían en el ábaton era el sueño de la curación, la medicina que debía darse era la que revelaba el sueño. En el caso del Plutonium en Asia Menor, después de varios días de quietud, silencio y ayuno en la caverna, el sueño se debía revelar únicamente a los sacerdotes.
Desde Asia Menor hasta Ampurias se han encontrado trescientos veinte santuarios dedicados a Asclepio, pero se cree que también se practicaba en la cultura celta, Libia, India, China o Japón. La excepción es que este ritual en el mundo griego sobrevivió unos diez siglos.
En el cristianismo parece que continuaron con esta tradición los anacoretas que peregrinaban hasta cuevas o eremitorios. Pero toda esta ceremonia será retomada por los románticos alemanes y por Mesmer en el siglo XVIII con el magnetismo hasta el psicoanálisis de nuestros días.
Hablar con nuestros fantasmas
Una de las pacientes de la compañera psicoanalista de Jung, Marie-Louise Von Franz, comenta que ve y habla con su marido en sueños. Su marido había muerto en un accidente de avión y ella era incapaz de olvidarlo. De los veintitantos sueños que tiene con su marido, Franz analiza varios con sus arquetipos simbólicos completamente comprensibles, pero con seis de ellos tiene sus dudas y llega a pensar que quizás eso sí era una conversación real con su marido muerto. Ante esta situación Franz sin comentar nada sobre su paciente, le da a Jung las anotaciones de los veintitantos sueños de su paciente para tener una segunda interpretación de su compañero. Jung le devuelve esos mismos seis sueños con interrogantes en los que dice que esos no guardan ningún sentido simbólico. La psicoanalista intenta dar una explicación a lo que a veces no la tiene diciendo que ella no va a entrar en lo que existe o no pero sí en la realidad que ha vivido su paciente.
Jung también tuvo sus encuentros fantasmales, sobre todo cuando escribió El Libro Rojo, pero aquí quiero plasmar una de sus intervenciones en cuanto a los fantasmas:
<<Como acontecimientos posteriores a la muerte se relatan también fenómenos de fantasmas. Se trata aquí en primer lugar de hechos psíquicos que no se pueden negar. La fobia a las supersticiones, vinculada de un modo especial con el racionalismo, hace muy a menudo que el más interesante relato de hechos sea rápidamente reprimido para impedir la investigación. He tenido oportunidad no sólo de conocer muchos relatos de esa índole de labios de mis pacientes, sino que yo mismo he observado algunos con mis propios ojos.
[…]Sin embargo, he llegado a la íntima convicción de que los fantasmas son realidades con las que se sueña, pero de las cuales la «sabiduría profesional» no quiere tomar nota. En este ensayo he bosquejado una concepción psicológica del problema de los espíritus, de acuerdo con el conocimiento actual de los procesos inconscientes. Me he limitado por completo a lo psicológico, y he dejado fuera de discusión el problema de si los espíritus en sí existen y si su existencia puede manifestarse por efectos materiales, no porque yo creyera a priori que tal cuestión es absurda, sino porque no estoy en condiciones de aducir experiencias de alguna manera probatorias. El lector sabe, como yo, cuán difícil es encontrar pruebas de la existencia independiente de los espíritus, pues las corrientes comunicaciones espiritistas las más de las veces no son otra cosa que vulgares manifestaciones de lo inconsciente personal. Sin embargo, hay excepciones dignas de mención.
[…]He examinado la mayor parte de la literatura espiritista, precisamente en lo que se refiere a las tendencias manifestadas en las comunicaciones, y he llegado a la conclusión de que en el espiritismo existe un intento espontáneo de lo inconsciente para volverse consciente en forma colectiva. La tarea de los denominados espíritus consiste en hacer a los vivos directamente más conscientes, o aplicar sus esfuerzos psicoterapéuticos a los recién muertos, y en consecuencia indirectamente a los vivos. El espiritismo como fenómeno colectivo persigue, por lo tanto, los mismos fines que la psicología médica, y produce aún, como lo demuestran sus últimas manifestaciones, las mismas representaciones fundamentales —por cierto, en forma de «doctrina de los espíritus»— características de la naturaleza de lo inconsciente colectivo. Tales cosas, por sorprendentes que sean, no prueban nada ni en favor ni en contra de la hipótesis de los espíritus. Sin duda, no ocurre lo mismo con la prueba de la identidad realizada con éxito. No cometeré la tontería de moda de considerar falso todo lo que no puedo explicar. Podría presentar sólo muy pocas pruebas de esa clase que resistieran el criterio de las criptomnesias y, sobre todo, de la «percepción extrasensorial». La ciencia no puede permitirse el lujo de la ingenuidad. Esas cuestiones están aún por resolverse. >>
No trato de decir si es verdadero o no, pero si que trato de pensar en este tema como una fotografía tomada con un gran angular. Y hablar de espiritismo es una cosa que cabría en otro artículo, pero su utilidad psicológica no puede negarse.
En el libro de Díptico Espiritista, uno de los autores comenta en su experiencia los sueños que tiene con un fantasma este ligado al Museo Reina Sofía de Madrid. También se comenta que los fantasmas se te pegan, en las antiguas leyendas hebreas a estos fantasmas se los llaman dibuk que su etimología viene de dabak que significa pegado. Por eso para los hebreos es importante lavarse las manos o visitar otros lugares antes de llegar a casa después de haber estado en un cementerio, para que no se te peguen.
Es posible que algunos fantasmas nos los podamos traer pegados, pero otros vienen de traumas intrafamiliares que a veces no conocemos, una especie de Doppelgänger. La visión o la aprición de un fantasma supone un enigma que se debe resolver. Resolver este enigma es recomponer la historia de este ser, porque por eso vienen, para ser recordados.
En el caso de las guerras, avivan este tipo de sueños, unos por ser avisados y otros porque comparten un enigma común que debe ser expuesto. No es de extrañar que la cantidad de fosas comunes que tenemos en nuestro país llamen por las noches a nuestras casas para que contemos sus historias, o para que sean encontrados. Quizás si la ciencia algún día colabora en la investigación de distintas realidades temporales o colabora con sus fantasmas, quizás algún día lleguemos a entenderlo mejor y quizás si es “científico” será aceptado.
Por ejemplo, según la etnógrafa Mary Kingsley, la etnia fang en Centroáfrica tiene la creencia de que toda persona tiene cuatro almas: la que existe después de la muerte, nuestra sombra, nuestro animal salvaje y la que por las noches sale de nuestro cuerpo para hablar con los espíritus.
Antes he hablado de la Incubatio, resulta que uno de los lugares más emblemáticos de la cultura griega en cuanto a puertas hacia el Averno es Sicilia. De hecho, uno de los más famosos sería la propia boca del volcán Etna, donde se arrojará Empédocles. Sicilia es el lugar que le regala Zeus a Perséfone por su boda.
La antropóloga italiana Alfonsina Bellio saca a la luz la importancia cultural que tiene la mediumnidad en la zona de Catania, casualmente una zona dedicada durante siglos a crear cuevas para estar cerca del inframundo. Estas médiums son estrictamente mujeres, sobre todo de clases más empobrecidas que durante muchos años han sido silenciadas. Los muertos se ponen en contacto con ellas para avisar a alguien de la comunidad de algún peligro, se ponen en contacto a través de los sueños o de técnicas culturales protegidas.
Las médiums se caracterizan en tres niveles:
- El primer nivel serían las que tienen la capacidad de hablar con los muertos en sueños, notarlos en pequeños gestos cotidianos.
- El segundo nivel es más avanzado y profesional. Serían aquellas que pueden dejarse poseer por el espíritu del muerto o viajar de alguna forma a las huestes de difuntos. Son cosas que experimentan en pocas ocasiones, no es habitual.
- El tercer nivel serían las más experimentadas y profesionales. Son las que pueden ver a los muertos y comunicarse con ellos. Su forma de contacto es ritualizada y muy estrecha con la cristiandad, como una forma de éxtasis religioso.
A estas mujeres se las llaman “fimmini chi vanu ccu ri múarti” o “mujeres que van con los muertos”.
La antropóloga Ekaterina Anastassova también nos habla de la cultura del sueño entorno a los muertos que se practica en la zona de los Balcanes. El grupo étnico de los Valaques practican el pomana de viu o “la ofrenda de los vivos” que consiste en toda una ceremonia durante días para poder soñar y tener una visión de nuestros muertos. Una de las curiosidades que nos recuerda a la incubatio es que, en la primera etapa del rito, se vierte agua en los corazones de los vecinos durante dos semanas mientras se pronuncia un conjuro especial. Al final se echa al Danubio dos cubos llenos de agua potable y en cambio se echan dos cubos de agua del Danubio a aquellas mujeres que sumergirán frutas, verduras y flores que flotarán en el curso del río dentro de una calabaza. Esta es una parte del ritual que se considera iniciático y el sueño con los muertos es el fin.
Los cimientos de nuestra cultura están sembrados de sueños y también de una interacción completamente distinta con la ideología de la muerte que se ha llevado a cabo de los últimos siglos. Como diría la antropóloga belga Viciane Despret que parece que comparte con Alfonsina Bellio, es que la teoría del duelo, el cientificismo y el raciocinio de la muerte nos han llevado a apartarnos de ella y mirarla de una forma poco natural. La teoría del duelo reaviva el trauma en torno a la muerte y no nos permite tener una visión más viva de nuestros muertos. Nos extraña que en algunas regiones saquen las momias de sus muertos y bailen con ellas, hasta nos extraña que exista una fiesta llena de color en México. Si ampliamos la mirada es posible que en un futuro volvamos a vivir en una cultura que amenice nuestro yo y nuestros miedos entorno al tema fantasmagórico y de la muerte.