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Del otro lado

Los espejos se han relacionado, desde tiempo atrás, con la posibilidad de alcanzar la visión de una realidad diferente, y en contrapartida, con la inquietud de que no se atengan a devolver simplemente nuestra propia imagen. Las creencias más antiguas sobre donde se alojaba el alma, eran o bien en la sombra, o en el propio reflejo en el agua.

Creo que fue Borges quien recreaba los hechos de un pasado remoto, cuando el tránsito ente las dos caras del espejo era factible. No recuerdo por qué, quizás porque así se escriben las historias, ambos mundos entran en guerra y los de esta realidad, bajo el liderazgo del Emperador Amarillo, sometieron a los del otro lado, condenándolos a convertirse en réplicas de los que estamos a esta parte del cristal. Pero la paz no durará para siempre.

El relato sin duda es real, si bien disimulados los hechos bajo el maquillaje de un oriente lejanísimo y un tiempo incluso más remoto. Aún no se ha perdido de la memoria cuando las Nornas podían traspasar con la mirada el reflejo del agua en el pozo de Urd y ver los destinos humanos. Ellas y sus hermanas tejían un entramado de hilos que atravesaban cuevas, ríos, y montañas a lo largo de todas las latitudes. La distancia modificaba sus nombres y atributos, pero no sus capacidades. No entraremos en el trabajo, casi escolar de enumerarlas.

Pero no puedo resistirme a evocar el sonido de sus nombres. Dísir nórdicas, unas, Nornas bajo las raíces de Yggdrasil, otras, Valquirias atravesando los cielos. Moiras griegas, en el reino del Hades, conectadas por el Averno con las Parcas de las montañas latinas. Laimas bálticas, celebrando sus rituales en la sauna del hogar, como la bella Laksmí en las selvas de la India. Las dhísanas en los contrafuertes del Himalaya que dejaron escrito en los antiguos registros del Yajur Veda palabras que aún…

Y con ellas, el resto de la gente cruzaba el umbral a una dimensión interior, porque sus designios y profecías venían dictados por una naturaleza que aún creían con intención y espíritu. La observaban para conocerla, estudiarla y medirla cuando podían, una parte fundamental de su experiencia con la vida y con la muerte venía dada por ella. Pero qué sentido tendrían todos esos hechos, gozosos o llenos de dolor, si solo se debieran al azar.

En consecuencia, también encontraremos en todo lugar el dios que encarne la vida interior de esa naturaleza. En la Arcadia fue Pan, metáfora fiel del contraste de emociones que provoca la inmersión en ese paisaje, en ocasiones tan similar al de los sueños, la fascinación y la angustia, la seducción y el pánico.

Pan fue un dios tan importante porque los que le crearon no creían en él, pero sí en ese mundo interior que representaba. Dejaron clara su inexistencia dándole un aspecto imposible, antinatural, pero perfectamente arquetípico. En su parte inferior pezuñas y piernas de carnero con un tosco pelaje oscuro, a continuación cuerpo de hombre, y la cabeza rematada por el símbolo solar de dos cuernos.

Y como ocurre tan a menudo son las ninfas quienes custodian las claves para transitar los espacios más profundos. Ellas, Erinis más antigua que el Olimpo, son las auténticas diosas de la naturaleza. Con una modestia reverencial a las fuerzas del cosmos, con frecuencia sus actos son ensombrecidos por los de otros dioses, pero, igualmente divinas, nunca están subordinados a ellos. Pan vive con ellas en una gruta del Parnaso, junto a las Musas con las que están emparentadas.

Hay estudiosos del psicoanálisis que esbozan levemente algún paso del proceso alquímico para desvelar los posibles significados tras el arquetipo. Recojamos la propuesta, pero démosle una forma más completa.

El primer paso, representado por la parte inferior del cuerpo de Pan sería el “nigredo”, el de la materia prima.

Entabla una relación con Pitis, la ninfa del pino, y la piña, cuya  resina se utilizaba como antiséptico y conservante del vino, será un símbolo que también adoptará Dionisos. La unión con Pitis, la fusión de la resina y el rojo vino, corresponderá al “coniunctio”, que traerá la granate vida.

La “calcinatio” matará la materia para permitir su renacimiento posterior, al igual que las dos siguientes relaciones parecen dirigidas a finalizar con el ego de Pan. Primero con Eco, una oréade, ninfa de las montañas, de cuya boca solo salían las más bellas palabras, hasta que es castigada por Hera a solo repetir las últimas pronunciadas, y a continuación con Eufema, nodriza de las Musas, cuyas palabras siempre son de elogio.

Mediante el lavado se produce el emblanquecimiento del “anima” que se unirá al cuerpo de nuevo en un segundo matrimonio, esta vez celeste, para devolverle la vitalidad, llena de colores que se aúnan en el blanco, el “albedo”, de color plateado, un estado lunar. El amor definitivo de Pan es Selene, la Luna, y para enamorarla se cubrió el pelaje oscuro de sus piernas con lana blanca.

Selene recorre los cielos cada noche y los cuernos de Pan son un conocido símbolo solar. Juntos vivirán su amor en el Monte Liceo. Finalmente hemos llegado al “Rubedo”, la salida del sol.

Obviamos el episodio con Siringe, ya que es una historia que aparecerá de forma tardía con la intención de explicar el origen de la flauta de pan, o siringa.

El proceso es el viejo ciclo de vida, muerte y transmutación para volver regenerado, expresado en las celebraciones de los misterios y otros tantos ritos asistidos por mitos y dioses, hasta el día en que a través de los mares se escuchó el grito de que el gran Pan ha muerto.

Sustituido por un nuevo dios que reprimirá los instintos y la naturaleza interior, para que suya sea la única voluntad que rija los acontecimientos, o de aquellos que se otorgan el derecho a escudriñar en las intenciones divinas. Estos erigirán el miedo en vigilante ante la aparición de cualquier imagen subliminal procedente del otro lado del espejo, convirtiendo a las ninfas en brujas y a Pan en el diablo. Pero como dijimos al comienzo, nada durará siempre.

…Náyades y Nereidas en los mares, y Oceánides, hijas de Océano. Meliades en los manzanos, Reas en los granados y en los fresnos, Melias. Cabírides, Atlántides, Aquelétetides…