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La Güeste de Ánimas

Durante los últimos años, en distintos lugares de la península se ha retomado una representación de las Huestes de Ánimas por la festividad de difuntos. Muchos de estos sitios guardan una raíz en una cultura común europea, pagana y de origen celta.

Los lugares donde se perpetúan estas celebraciones cuentan con una característica geográfica o quizás geológica compartida, zonas montañosas o de difícil acceso. Las más conocidas son en Galicia, Asturias, Bierzo, León, Las Hurdes, Sierra de Francia, Soria, Pirineo Catalán y Sierra de Granada.

Pero por suerte y con el gran interés que está despertando la recuperación de los orígenes más tradicionales, encontramos cada día cuantiosos lugares.

Aunque las Huestes tienen una procedencia bastante clara ubicada en el centro y norte de Europa, no es único de nuestra tradición.

Las luces, los ovnis, las hadas y los zorros.

Pasear durante la noche y oír un tintineo de una campana, o que pase una ráfaga de aire helado, los ladridos de perros y de pronto verlos a lo lejos. El encontronazo con la muerte, o con un grupo de luces borrosas con una imagen de corporeidad humana es tremendamente escalofriante. ¿Es posible que la lucha de las religiones quizás haya difuminado también la raíz de una cabalgata mortuoria?

Gracias a historiadores como Heródoto sabemos que en Sais se hacía una celebración nocturna en donde se dice que estaba situada la tumba de Osiris. El lugar también donde se celebraban una vez al año los misterios nocturnos, que fueron desplazándose por el resto de Egipto. Esta celebración tendría ciertos detalles parecidos a los que podemos ver en España durante la Semana Santa.

Esta festividad representa el sufrimiento de la muerte de Osiris, los participantes acudían a sollozar y llorar a su dios, golpeándose el pecho. Se realizaba una procesión de una vaca dorada que representaba a la diosa Isis en busca del cuerpo de Osiris. Pero lo más importante de esa noche, era mantenerla iluminada. Se colgaban en las fachadas y en las casas lámparas de aceite que debían arder toda la velada ya que no solamente se celebraba la conmemoración de la muerte del dios, sino la de todos los muertos.

Es una forma de ver que al menos una vez al año en todas las culturas, los muertos regresan. Sin embargo, las Huestes no tienen una fecha marcada de regreso, regresan en determinados momentos, con las tormentas o surgen de la nada.

Parte de la cultura celta en su origen partía de una idea animista de la religión, esto quiere decir que atribuían a objetos, lugares, piedras o plantas un alma u consciencia. Durante estas festividades invernales, se pensaba que esas almas del bosque o de los animales venían a buscar cobijo en las casas o en los establos y por eso había que darles luz para guiarlas o víveres.

La mitología que existe tras los fuegos fatuos tiene relación con esta idea de animismo de la naturaleza. Es cierto que existe un fenómeno químico del metano y el fósforo que desprenden la putrefacción de animales o seres vivos y pueden verse durante las noches. Estas luces se pueden ver en cementerios, marismas o lagos.

Patrick Harpur habla de la sintonía en la que estos avistamientos de luces pueden ser confundidos con seres faéricos o incluso con lo que hoy en día llamamos ovnis. Como si estas luces o avistamientos fantasmagóricos guardasen una relación nada lejana. En las antiguas ánforas griegas este tipo de entes de los dibujaba con una especie de alas, posteriormente era una idea de transmitir que esa persona estaba muerta o en el mundo de los muertos y esta idea del ser alado pasó a mostrarse en el cristianismo como la idea que hoy interpretamos todas y todos como ángeles.

Akira Kurosawa rodó una película llamada Sueños. Esta película dividida en ocho actos recoge los sueños más marcados por el director en un transcurso de años de su vida. El primer acto se llama <<La luz del sol a través de la lluvia>>, este relato cuenta como un niño (o el pequeño Kurosawa) es avisado por su madre que los días de lluvia y sol no se puede salir de casa porque es cuando los Kitsune celebran sus bodas. Los Kitsune son zorros que pertenecen a la mitología japonesa, son seres con dotaciones mágicas que pertenecen a una categoría parecida a la de fantasma, excepto que nos recuerda también a esta característica del animismo. Otra idea del Kistune es que como son espíritus, estos pueden poseerte, sobre todo a mujeres, lo que nos recuerda también a un tipo de incubo.

En la película el niño desobedece la advertencia de su madre y se encuentra con una procesión de los Kitsune en el bosque. Los Kitsune aparecen entre una bruma, marcando una serie de pasos que siguen el camino al son de unos tambores que marcan los tiempos de esta danza fantasmagórica y nupcial. Los zorros descubren al niño y éste cuando vuelve a casa, su madre le dice que un zorro ha dejado un puñal para él. Lo que denota el mysterium en este relato es que no todos pueden acercarse a verlo y eso conlleva como en las Huestes de Ánimas, un sacrificio, una muerte. Los zorros están enfadados por infligir esta ley de no ser vistos y por eso el niño debe volver a la montaña a buscarlos para ser perdonado ya que lo que esperan los Kitsune es que el niño se suicide con ese mismo cuchillo como castigo.

Fotograma de la película «Sueños» de Akira Kurosawa

Procesiones Nocturnas

Las procesiones nocturnas en el imaginario occidental tienen su origen en una narración primitiva del ciclo celta-germánico. Su idea principal circula en la metáfora de la continuidad de la vida tras la muerte.

En el siglo X, en los pueblos germánicos nace una mitología épico-guerrera y su principal personaje es Tîwaz, el dios de la guerra.

Wotan que es el dios de los muertos suplanta a Tîwaz y dirige a las almas en un viaje nocturno al otro mundo. Wotan que también precede a Odín y es por ello por lo que este dios adquiere su rol de psicopompo. Odín después se asociará con la leyenda de Wilde Jagd o La Caza Salvaje que en España se llegó a conocer como el Hellequin.

La cristianización en las tierras del norte convirtió después la imagen de dios Odín en un demonio que, con terror, guiaba a los muertos en una procesión nocturna hasta su casa eterna.

Pero esta transformación interesada de la imagen de Odín es un plato de cocción lenta. En el mismo siglo X distintos hombres de la jerarquía eclesiástica deciden ir recogiendo todas estas creencias populares en torno a Odín, los fantasmas y la caza fantasma, para así terminar con fragmentar por completo la creencia más cercana al pueblo. Entre estos hombres se encontraba el abad alemán R. de Prüm de la cuidad de Trier (Tréveris), que crea su Canon Episcopi donde recoge información sobre la marcha nocturna y envía al resto de obispos para que tomen las medidas necesarias. Cada obispo tira su leño al fuego hasta que siglos después, en el siglo XV cambiaran de nombre al demonio, pasando de Odín a Herodías y de Herodías al de Diana.

El cambio y la transmutación de los nombres y género en el diccionario demonológico de la iglesia no es una decisión baladí. El conocido Siglo de Oro o el destello del Renacimiento son épocas marcadas por las grandes quemas de brujas y también la reforma. Aunque se cree que en ciertas zonas seguía el legado de la tradición más pagana de La Diosa y entre ellas el rito dianico (predecesor a lo que hoy conocemos como Wicca) la intención era aglutinar a todo desertor de la religión por antonomasia en el mismo saco.

Para ello se comentó que las mujeres ignorantes, es decir, de clases menos favorecidas, ya ellas mismas nacían en la invocación y en el vuelo nocturno. Además, recalcan, que estas mujeres siguen en su viaje a la diosa pagana seducidas por Satán y sus fantasmagorías.

Celebración de La Güeste de Ánimas en Riaño (León)

Todas estas leyendas y después el canon pudieron llegar a España a través de los suevos y los godos. De hecho, el primer registro literario que tenemos del conocimiento en el folklore de las huestes es gracias a Gonzalo de Berceo en el Siglo XIII. Es en una de sus coplas la primera vez que leemos la palabra “uest”. Aunque la creencia en las huestes y relatos fantasmagóricos tienen su origen en las clases más populares, realmente no nos llega o no hay nada escrito de forma directa, sino que si tenemos conocimiento de ello es gracias a la narración perteneciente a la élite y al clero, por ello es posible que ya entonces ese conocimiento no sea preciso al significado de la creencia real.

La Hueste ya es entonces un tema muy seductor para las escritoras y escritores de nuestro país, pero también para demás pensadores en el resto de occidente, son muchos los que terminan interesándose sobre el tema hasta tal punto que casi se considera un tema burgués. Precisamente la Hueste pasa por la literatura de nuestra región en La Celestina y también en coplas gallegas. Pero es en el siglo XIX vuelve a aparecer en la escritura de Valle-Inclán, el único autor que cambió su nombre por el que realmente se conoce ahora como La Santa Compaña ya que antes de ello se usaban sobre todo los nombres de hueste, estantigua, estadea o estadaíña.

Después de rescatar el imaginario de La Hueste nuestro querido Valle-Inclán, seguirán autoras y autores como Emilia Pardo Bazán, Gustavo Adolfo Béquer o Unamuno con esta leyenda.

Como decía La Hueste, lo fantasmagórico y visiones pasó a ser un tema de letrados, ya que filósofos como Kant o Schopenhauer también se interesaron por la variante alegórica del sueño y el fantasma.

La experiencia del sonámbulo la escribe Schopenhauer en <<Her such über das Geistersehn und was damit zusammenhängt>> que fue traducido al español como <<Ensayo sobe la visión de los espíritus>> o Kant que escribió en 1766 <<Träume eins Geistersehers er läutert duch die Träume der Meraphysik>> que se tradujo como <<Sueños de un visionario>>. Estas teorías hablan sobre los sueños en estados de vigilia o los verdaderos sueños de clarividencia.

Estos estudios despiertan tanto interés que los folkloristas escoceses también empiezan a redactar historias de fantasmas populares, la mayoría de transmisión oral por toda su región. Principalmente interesados por las experiencias en “procesiones de muerte” que en gaélico se llaman sluagh. La sluagh aparece por la noche, con ruidos y sonidos que silban entre el viento, también lamentos o quejidos que salen de los cementerios. Tras el paso de una tormenta, nubes oscuras o niebla, pueden reconocerse una procesión de muertos. Aquellos vivos que siguen la procesión de la sluagh o la ven enferman o mueren.

Estas historias que nos llegan también las trato de recoger en Galicia el antropólogo C. Lisón Tolosana. Es curioso destacar que el 72% de los visionarios de esta Hueste son hombres jóvenes durante la noche. Hombres que o venían de trabajar o merodeaban después de la salida de un bar hacia casa. Son pocas las historias que conocemos por parte de mujeres ya que o se las ha tildado de locura o el control de sus horarios y de no poder confesar si han merodeado por la noche podía llevar a ciertos castigos.

Sin embargo, en muchos de los cuestionarios en las visiones de La Hueste sí aparecen mujeres. En muchas de estas historias que recoge el antropólogo estas mujeres visten de blanco, llevan un a farola o luz en la mano. Su murmullo se oye de lejos, o quizás cuando se acerca porque es tan fuerte como el enjambre de abejas. Otras veces el protagonista que lleva la hueste es un hombre con una cruz o con un hueso llamado el Home do Oso. Pero siempre, siempre ocurre durante la noche.

También en algunos lugares de El Bierzo se ha llegado a ver La Hueste orquestada por el cura o un monaguillo del pueblo que sale al atardecer de la iglesia.

En Galicia sí hacen una distinción entre la estadea y la compaña. La estadea maltrata al que la ve, son almas en pena sin guía. La compaña sí viene a llevarse con luces a un muerto o en busca de un muerto.

¿Y si el origen no está en el Norte?

Los batallones de fantasmas no son una cuestión única del norte europeo ni de las invasiones godas. Los romanos ya estructuran una serie de nombres para los daimones y pensaban que existía la posibilidad de que estos manes volviesen al territorio de los vivos.

Las batallas podían ocurrir tanto en la tierra como en el ámbito celeste, un relato que nos recuerda mucho a la caza salvaje o al Valhala. Los prodigia salen de estas batallas fantasmales como nombre a ciertas manifestaciones atmosféricas. De hecho, se les atribuía un mensaje premonitorio catastrófico o una mala campaña militar.

Hay historias de guerras en las que los militares romanos llegaron a disfrazarse de fantasma para aterrar al ejército enemigo ya que esta creencia era común en todas las culturas. Esto último también lo conocemos gracias al historiador Heródoto que narra una escena de los Tesalios en la que el ejército cubre sus rostros con yeso y ataca al adversario en mitad de la noche.