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Jung y la alquimia


Carl Gustav Jung (1875-1961) fue un psiquiatra, psicólogo y psicoanalista suizo que fundó la escuela de psicología analítica. Su interés por la alquimia empezó en 1929, fecha a partir de la cual dedicaría varias décadas a su estudio, llegando a publicar Psicología y alquimia (1944) y Mysterium Coniunctionis (1955), dos de sus trabajos más destacados dedicados a la materia.

Para entender la relación que veía Jung entre la psicología y la alquimia, vayamos primero a la definición de esta última.

alquimia
Del ár. hisp. alkímya, este del ár. clás. kīmiyā[‘], y este del gr. χυμεία chymeía ‘mezcla de líquidos’.
1. f. Conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia, que influyó en el origen de la química.
2. f. Transmutación maravillosa e increíble.

Por lo tanto, entendemos por alquimia el arte de la transmutación, es decir, el arte de transformar una sustancia en otra superior.

Durante sus estudios de los tratados alquímicos medievales, Jung descubrió la existencia de analogías simbólicas entre estos y los sueños de sus pacientes.
A su entender, los sistemas simbólicos de los alquimistas eran proyecciones de los procesos psicológicos internos o, en otras palabras, representaciones simbólicas del inconsciente colectivo. Según este planteamiento, al estudiar la materia secreta, el alquimista intentaba descubrir “el misterio divino”, pasando por las vías de aprendizaje semejantes a las utilizadas en psicología hoy en día.

Al ver esa correspondencia, Jung trasladó los principios del proceso de transformación de la materia a la psicología. De ese modo sus estudios adquirieron una dimensión histórica.

Para entender el enfoque psicológico de Jung, vamos a explicar primero en qué consistía el trabajo del alquimista.

Opus magnum o gran obra

El fundamento de la alquimia es el opus magnum o la gran obra y se refiere al proceso de creación de la piedra filosofal (lapis philosophorum). Se divide en tres etapas:
nigredo (negro), la etapa del ennegrecimiento: fase preparatoria en la que se produce la disolución y la sustancia es reducida a su condición primordial.
albedo (blanco), la etapa del blanqueamiento: se evaporan los desechos y se consigue el Aqua Vitae, o elixir menor, capaz de transformar metal en plata.
rubedo (rojo), la etapa del enrojecimiento: se produce la unión (bodas químicas) entre los elementos, cuyo producto es el elixir mayor.

Los símbolos

Los tratados alquímicos vienen acompañados de dibujos que ilustran el opus. Según Jung, esos dibujos o emblemas expresan un significado simbólico de la obra. Los símbolos surgen de la imaginación y conectan al alquimista con la sabiduría interior. Veamos algunos ejemplos:

Uroboros
Uroboros o la serpiente que se muerde su propia cola es el punto de partida del opus y simboliza la prima materia, separada en dos elementos opuestos “azufre” y “mercurio”, otras veces llamados Sol y Luna, Rey y Reina.

Fuego
El fuego separaba el cuerpo del espíritu. Calcinatio era un proceso en el que se quemaba la sustancia para purificarla. Sin embargo, el fuego que calienta el crisol, para Jung, es el fuego de la imaginación que transforma los elementos en oro, pero no un oro común, si no el “oro de los filósofos”.

Agua
El agua y el fuego son una pareja de contrarios. El agua es la piedra filosofal, la materia prima y su medio de solución.

Vaso hermético
El vaso hermético es el recipiente que contiene las materias a transmutar. Su forma debe ser redonda porque representa la idea mística del huevo, es decir, la unión del cielo y la tierra, del mundo físico y el espiritual.

Sol y Rey
Representan el principio masculino y simbolizan lo consciente.

Luna y Reina
Representan el principio femenino y simbolizan lo inconsciente.

Llegados a este punto, podemos entender que las imágenes alquímicas, para Jung, son representaciones simbólicas de los estados psicológicos.

Arbor philosophica. El árbol como representación simbólica de las fases de la transformación alquímica. (S. Norton, Catholicon physicorum, seu Modus conficiendi tincturam physicam et alchymicam, Fráncfort, 1630, fig. LXXXIII.)


La transformación de la prima materia

En alquimia, la prima materia sirve para producir la piedra filosofal o el oro. El alquimista comienza por obtener una sustancia que considera que contiene dicha materia prima, una base de toda la materia que se asemeja al caos. Está compuesta por principios opuestos que hay que separar y unir en una serie de operaciones cíclicas. A esta primera etapa se la conoce como nigredo.

La primera conjunctio, o las bodas químicas, se produce al inicio del proceso, seguida de la putrefactio (muerte del producto de la unión e inicio de la transformación), ambas etapas se suceden varias veces antes de la unión final.

Con albedo se llega a la primera meta, el alma vuelve a unirse al cuerpo (el renacer) y se asocia a la Luna y a la Reina.

La unión final, no obstante, se produce en la muerte, cuyo producto es un estado nuevo. Es en la etapa de rubedo, entonces, que se alcanza la conjunción final: el estado solar que se asocia con el Rey. Un nuevo cuerpo cobra vida cuando el alma se reencarna.

El enfoque de Jung

Jung creía que el alquimista no conocía la verdadera naturaleza de la materia prima. “Al intentar investigarla, el alquimista proyectaba lo inconsciente en la oscuridad de la materia para iluminarla. Y para explicar el misterio de la materia proyectaba otro misterio, precisamente su desconocido fondo psíquico en lo que tenía que explicar” (Jung C. G., Psicología y alquimia, 164, Madrid, Editorial Trotta, 2005).
Con esas palabras, Jung sugiere buscar la explicación del secreto en las vivencias de proyección individual, es decir, en las experiencias psíquicas de su inconsciente.

En cuanto al trabajo psicológico, Jung consideraba que las partes conscientes e inconscientes deben sacrificar sus estados iniciales para poder reunirse. Por lo tanto, nigredo, la etapa inicial, se identifica con las “tinieblas de la mente” al principio del proceso.
Durante el opus, siguiendo la orden de “Solve et coagula!”, los elementos inician un proceso cíclico pasando por varias fases de separación y combinación. En la dimensión psicológica, la consciencia se separa del inconsciente y los contenidos del inconsciente se elevan hacia la consciencia.

El “Negro” (nigredo) de pies sobre lo “Redondo” (sol niger). (De Mysius, Phililosophia reformata, Fráncfort, 1622, p. 117, figura 9.)


Meditación e imaginación

Para llevar a cabo el opus se requería una gran concentración, por los que el alquimista debía estar preparado mental y espiritualmente. Era esencial que llevara una vida ejemplar, practicara meditación y contemplación.

Meditación
Antes de comenzar la gran obra, el alquimista se preparaba por medio de la meditación, que podía ser una conversación con Dios, un ángel bueno o consigo mismo. El secreto de la obra le era revelado por un saber divino porque conocía el momento adecuado. En psicología a esta técnica se la conoce como la discusión con el inconsciente para que pase a un estado manifiesto.

Imaginación
La imaginación era una actividad física que servía para transformar la materia. Permitía al alquimista ver más allá de la forma exterior de la materia, y descubrir su naturaleza y el significado simbólico. La imaginación llevaba a la revelación y a la adquisición de la sabiduría espiritual, de la cual dependía el éxito del opus, es decir, la obtención de la piedra. Jung consideraba que la imaginación producía cambios en la consciencia y el inconsciente se transformaba.

Siguiendo el lema “como es arriba es abajo”, el alquimista debía sostener la consciencia en el inconsciente y viceversa, y “hacer volátil lo fijo y fijo lo volátil”.
En ese proceso los elementos físicos y psíquicos se separaban para posteriormente reunirse. Desde el enfoque junguiano, el trabajo de la consciencia y lo inconsciente se proyecta en el trabajo que conduce a la transformación de la materia.

El sí-mismo y la meta final del opus

Para Jung, el sí-mismo era el centro de la psique y era entendido como la unión de los opuestos. En alquimia, la piedra filosofal era el centro y la unión de los opuestos. Ambos eran el depósito de la sabiduría, el objetivo final de los procesos psíquicos o alquímicos.

Podemos entender el sí-mismo como el centro de la personalidad, nuestra naturaleza esencial, el arquetipo de la totalidad psíquica. Esa totalidad se consigue mediante la unión de lo consciente (masculino) y lo inconsciente (femenino), los dos opuestos. En alquimia, es la prima materia la que se encuentra en un estado de caos al principio del opus y la cual el alquimista debe transformar para lograr el objetivo de la obra, el lapis. En psicología, ese caos simboliza el caos de la psique que debe transformarse en orden mediante la unión de los opuestos (lo consciente y lo inconsciente) durante el trabajo alquímico interior. El centro de ese órden es el sí-mismo.

El desencadenamiento de los opuestos en el caos. El caos es una de las designaciones de la prima materia. (De M. de Marolles, Tableaux du temple des muses, 1935)


Jung decía que “la meta del desarrollo psíquico es el sí-mismo”. La evolución no es lineal, sino que se asemeja a una espiral, un caleidoscopio o un laberinto. Lo que importa es el trayecto, no la meta en sí. De ese modo, ese desarrollo se identifica con varios ciclos de unión y separación de los elementos en el proceso alquímico, es decir, el trabajo material del alquimista es un reflejo de sus procesos psíquicos.

Jung dedicó varios volúmenes de su obra al estudio de la alquimia entre las cuales se encuentran Psicología y alquimia, Estudios sobre representaciones alquímicas, Mysterium coniunctionis. Valiéndose de lenguaje pseudoquímico, llegó a establecer una equivalencia entre los procesos alquímicos y los psíquicos.

Para Jung, la alquimia era un movimiento filosófico que surgía del inconsciente y el opus representaba una transformación psicológica. Durante el trabajo interior, la energía psíquica se transformaba cuando se producía la unión entre dos opuestos: frío y calor, lo masculino y lo femenino, lo consciente y lo inconsciente, y como resultado surgía un ser nuevo. Gracias a esa transformación el desarrollo espiritual del hombre alcanzaba un nuevo nivel.