Desde los albores del tiempo, el ser humano, tanto desde los pueblos más primitivos hasta las civilizaciones más avanzadas, se han hecho preguntas sobre el entorno que les rodea, las fuerzas de la naturaleza y el por qué de las cosas que pasan. Es inherente en nuestra naturaleza el querer buscar respuestas a esas preguntas y es ahí donde se originan los mitos, los dioses y el nacimiento de la mántica como herramienta para obtenerlas.
Las artes adivinatorias han existido en todos los pueblos conocidos, su origen se remonta al nacimiento del ser humano, pero lo que al principio no dejaban de ser tímidas pinceladas, con el paso del tiempo, diferentes pueblos llegaron a conseguir auténtica maestría en algunas materias. Conocer el futuro, el presente no conocido y el pasado se convirtió en práctica habitual en lugares del Próximo Oriente y de la Antigüedad Clásica. Evidentemente, los diferentes pueblos se fueron retroalimentando unos de otros y las prácticas adivinatorias fueron evolucionando y mejorando con el paso del tiempo.
Me voy a centrar más en estos pueblos en este artículo, ya que en Oriente y América también desarrollaron sus propios métodos. Mi intención es hablar del origen y el por qué del nacimiento de la mántica, de su uso en Mesopotamia y Grecia y luego las principales mánticas que se usaron en estos lugares. Esta va a ser una visión más generalista del tema para en el futuro centrarme en algunos aspectos en los que quizá hoy no voy a profundizar.
No voy a negar que es un tema extenso y amplio, existe una amplia bibliografía sobre el tema y además tenemos la gran suerte que algunos autores de la Antigüedad han dejado su relato sobre el tema. Voy a intentar condensar parte de lo que he leído porque todo es imposible para apuntar algunos puntos clave sobre la adivinación.
En todas las civilizaciones y pueblos, preguntarse sobre la vida, la muerte, el sentido de la vida o el universo siempre ha sido algo importante que se ha ido repitiendo una y otra vez. Las respuestas a esas peticiones han llegado de diferentes maneras; el deseo y la intuición intrínseca de la persona que entra en contacto con la conciencia más profunda del espacio-tiempo le lleva a interpretar las señales que ha percibido y llamado su atención. Estas señales que captan algunos individuos dan pie al nacimiento de los mitos, este conjunto de mitos crean la espiritualidad que conllevará al nacimiento de las religiones y sin lugar a dudas, creará la identidad de los diferentes pueblos de una misma zona.
La adivinación entra en juego en todo este proceso de captación de señales, hay que tener en cuenta que debe existir una cierta predisposición a captar estas señales que luego serán interpretadas por aquellas personas que sean capaces de llegar a cierto estado tanto mental como físico, que tengan cierta sensibilidad a los fenómenos que los rodean y sean capaces de dar una explicación a las preocupaciones del ser humano. Estos individuos deberán tener una comunicación fluida con la conciencia colectiva para entrar en contacto con la divinidad, las peticiones que realicen les llevará a un estado de inspiración en el que las peticiones realizadas obtendrán diferentes respuestas a través de sueños, de alegorías, de voces o de imágenes que luego deberán ser interpretadas por el vidente, hechicero o sacerdote de turno.
Estos adivinos o profetas capaces de captar e interpretar las señales serán personas que tendrán un papel destacado en la sociedad al ser un puente entre lo divino y lo mortal. Sus palabras condicionarán a la colectividad o al individuo que necesite de esas respuestas y en muchos casos su mensaje traspasará el tiempo influyendo a diferentes pueblos y culturas durante la historia. La cosmogonía que surgirá a raíz de estos mensajes es lo que nos ha llegado a través de las civilizaciones más avanzadas tales como la mesopotámica, la egipcia, la griega o la romana. Cada uno de ellos estableció sus propias reglas pero el trasvase de información entre pueblos, las influencias de las diferentes regiones y el perfeccionamiento de los procesos adivinatorios creó todo un sistema religioso material e inmaterial que ha marcado nuestro devenir en el presente y nuestra realidad. Al fin y al cabo las preocupaciones primigenias de los primeros seres humanos han seguido resonando con fuerza en nuestra conciencia y hemos seguido buscando respuestas a través de la ciencia y las humanidades.
Los pensadores antiguos hablan de dos formas de adivinación: la inductiva o racional y la intuitiva o natural. La adivinación inductiva o racional es aquella que provenía de la interpretación de los signos y requería de un aprendizaje o estudio y de un proceso de reflexión: la aruspicina, los auspicios, la astrología, los augurios, la belomancia, la geomancia entre otras forman parte de este tipo de adivinación. Por otra parte, la adivinación intuitiva o natural es la que se basaba en el conocimiento por intuición o percepción interna: hablamos de los oráculos, del estado de trance o de la oniromancia.
La adivinación inductiva o racional es la que en gran medida predominó en Mesopotamia, en los grandes centros de poder el sacerdote o mago era una persona de gran poder y estatus que era capaz de interpretar las señales que los dioses dejaban para entrar en contacto con los humanos. Los dioses eran seres inmortales de gran poder que se ponían en contacto con los mortales para enseñarles su conocimiento aunque en forma de signos o prodigios que los adivinos tenían que hacer el esfuerzo de ver, leer e interpretar de la mejor manera su mensaje.
Alrededor de estos fenómenos se desarrollaron multitud de tratados rituales sobre adivinación con marcado carácter mágico que servían para establecer leyes a nivel político y religioso. En Mesopotamia los reyes eran vistos como elegidos de los dioses y se les suponía seres humanos dotados de una superioridad al colectivo, lo que los hacía estar en un papel de privilegio y su relación con la divinidad era más estrecha. Si el rey establecía una ley era porque los dioses así lo querían y se debía respetar.
Cualquier fenómeno de la naturaleza era visto como un signo de la divinidad y entraban en acción los mecanismos adivinatorios de los sacerdotes que eran las personas más sabias capaces de desentrañar los más oscuros presagios de los dioses. Las prácticas adivinatorias se dividían en función de cómo llegaba el mensaje por parte de la divinidad y por qué medio o soporte, pero lo que es seguro que se extrae de los tratados que nos han llegado hoy en día es que las prácticas más comunes en Mesopotamia fueron la aruspicina, la astrología y la oniromancia.
La aruspicina era la adivinación por las vísceras de los animales y especialmente era importante el hígado. Era la práctica más importante en Mesopotamia. Este ritual se llevaba a cabo por el bārû y existía toda una serie de liturgia a su alrededor para tratar de desentrañar el mensaje de los dioses en los asuntos que el peticionario necesitaba una respuesta. Esta práctica no fue exclusiva de Mesopotamia ya que los griegos entraron en contacto con ella después del establecimiento de las polis en Asia Menor lo que popularizó este arte en Grecia y lo acabó transmitiendo a etruscos y romanos.
La adivinación intuitiva o natural tuvo una gran presencia en Grecia, la adivinación oracular y el estado de trance era una forma habitual de petición a través de intermediarios que eran designados por los dioses. Estos intermediarios o videntes, como la Sibila o la Pitia del Oráculo de Delfos, tenían que recurrir a un lugar sagrado y especial que estaba muy ligado a las fuerzas ancestrales de la naturaleza y que eran la manifestación propia de los dioses en la tierra. Existieron multitud de oráculos o lugares sagrados dedicados a diferentes deidades pero el método utilizado en esta práctica adivinatoria fue siempre muy similar. Tras la consulta a la persona intermediaria con la deidad, esta tenía que entrar en un estado de quietud que la llevara al trance o a la posesión del dios al que pertenecía y de esta manera ser un vaso canalizador de la propia voz de la divinidad. Los mensajes recibidos podían ser monosílabos, algo crípticos o en forma de hexámetros que requerían cierta interpretación. Lo que está claro es que esta práctica requería el cumplimiento de una serie de requisitos (sacrificio de animales, pago de monedas, purificaciones del consultante, etc.) antes de que la vidente pudiera entrar éxtasis con la divinidad para recibir una respuesta.
En resumen y para acabar la adivinación en la Antigüedad fue una potente herramienta que moldeó el devenir de la humanidad y en muchos casos condicionó su comportamiento en todos los niveles de la sociedad de pueblos y civilizaciones enteras. Hoy día somos herederos de ese legado ancestral y seguimos intentando interpretar las señales que nos llegan en forma de acontecimientos, sueños, presagios o cualquier otra forma de adivinación. Es verdad que hoy día estas prácticas están adscritas a un mundo más espiritual o esotérico pero no podemos dejar de lado su importancia a lo largo de los siglos y como su legado nos ha marcado como individuos y como colectivo.